Brindis populares.

    Invito a todo chileno
A brindar jeneralmente
Por el nuevo presidente,
Que en Chile será el mas bueno.
Ya que por derecho pleno
Merece un título tal,
I como servidor leal,
El señor Santa-Maríia
Preparada le tenía
La silla presidencial.
    Vamos brindando, rotitos,
Por el señor Balmaceda,
Para que asi nos conceda
Perdon de nuestros delitos.
Bien lo sabe que toditos
Le rendimos obediencia
I hemos hecho dilijencia
Para colmarlo de honores.
De estos pequeños favores
No se olvide su excelencia.
    Otro bríndis especial
Para los municipales,
Que trabajan como tales
En asear la capital,
Propagando la moral,
Tan útil i conveniente,
Para que todo viviente
Goce de tranquilidad,
Siempre amando la bondad
Del Creador Omnipotente.
    Brindemos en sumo grado
Por esos grandes señores:
Me refiero a senadores
I consejeros de estado;
Por el ilustre prelado
Que su bendición reparte,
Para que Dios no se aparte
De la alma mas importuna,
El es la firme coluna
I de la Iglesia baluarte.
    Al fin, al concluir mi plana,
El último bríndis pido
Para los que han defendido
A la relijion cristiana;
I vos, reina soberana,
De todos madre i señora,
Ampáranos en la hora
Que salga del cuerpo el alma;
Tú, sacratísima palma,
Serás nuestra defensora.
       BERNARDINO GUAJARDO.

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LAS DESGRACIAS
EN EL FERROCARRIL.

       Duerme con tranquilidad
       En el tren un pasajero.
       A veces aquel viajero
       Despierta en la cternidad.

    Al embarcarse se olvida
Que a morir va mui espuesto,
I un récio golpe funesto
Puede quitarle la vida;
Si da el tren una caida
Yendo con velocidad,
Librar es casualidad
De los brazos de la muerte
I el que nada de esto advierte
Duerme con tranquilidad.

    Desde que el ferrocarril
Recorre las poblaciones,
Segun algunas versiones
Ha muerto mas de dos mil;
Una señora en Tiltil
Murió con un caballero,
En este choque postrero
Santo Dios ¡quién lo creyera!
Esa misma suerte espera
En el tren un pasajero.

    Repetidas veces pasa
Que uno en tren va a comerciar,
I que de él, suelen llevar
El cadáver a su casa
La máquina despedaza
Al nacional i estranjero,
I el que va mas placentero
O en un letargo profundo,
Pasa de este al otro mundo
A veces aquel viajero.

    Muchos hai que se persinan
I rezan con devocion,
Un acto de contricion
Porque el peligro imajinan:
Otros durmiendo caminan
I es una temeridad
Pues si por frajilidad
Hai algún desrielamiento,
El dormido en el momento
Despierta en la eternidad.

    Al fin es mui conveniente
El tren para pobre i rico,
Pero muere grande i chico
De un imprevisto accidente;
Si el gobierno espresamente
Toda la línea cerrara,
Graves males evitara
En invierno i en verano,
Tendria mucho mas gano
I tanto no peligrara.

       BERNARDINO GUAJARDO.

Impreso por P. Ramirez—Echáurren, 4.

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LA EDUCACION
DE LOS HIJOS

       Si la educación no es buena
       De los padres con el hijo,
       Sabemos a punto fijo
       Que uno i otro se condena.

    Los padres son obligados
A darles educacion,
Para que en la relijion
Sean sus hijos versados;
Capaces i moderados
Como el evanjelio ordena,
El considerar da pena
Por lo que se nos previene,
El cargo que un padre tiene
Si la educación no es buena.

    Den al hijo a conocer
El padre i madre ámbos dos,
Primero el temor de Dios
I su infinito poder;
De este modo puede ser
Un jóven sabio i prolijo,
Solamente me dirijo
A decir lo limitado,
Sobre el especial cuidado
De los padres con el hijo.

    Mas hemos llegado al caso
Que el hijo al padre le pega,
Porque uno con otro juega
I toma, en un mismo vaso;
A referir esto paso
Como un gran letrado dijo,
La ociosidad Dios maldijo
I la borrachera indina,
Que son de un pueblo la ruina
Sabemos a punto fijo.

    Hai señoras tan sin juicio
Que las mas castas doncellas,
Son arrastradas por ellas
A un profundo precipicio;
I solo es la causa el vicio
De tan desgraciada escena,
Si el mismo padre encadena
I pierde a un hijo querido,
Es probable i entendido
Que uno i otro se condena.

    Al fin el padre cristiano
Al hijo debe advertir,
La fé con que ha de servir
Al Redentor soberano;
Ser de corazon humano
I en sus trabajos gloriarse,
A la Vírjen entregarse
Con sentidos i potencias,
Porque, de todas las ciencias
No hai ciencia como el salvarse.

       BERNARDINO GUAJAR[DO].

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CAPTURA DEL ASESINO
DE DON MANUEL ROMERO

       Rojas tomó prisionero
       Al famoso delincuente,
       Que tan alevosamente
       Mató a don Manuel Romero.

    Buscó al asesino cruel
I descubrió su morada,
En la calle atravesada
Que hoi es de Santa lsabel,
Apoderándose de él
Como de un manso cordero,
I no es el crimen primero
Que comete el malhechor,
A ese cobarde traidor
Rojas tomó prisionero.

    Rejistrándole el cuartito
Donde se le hizo el encierro
Se le halló un palo de hierro
Que ellos llaman el tontito;
Aquel ratero maldito
Que parecia valiente,
Se rindió cobardemente
I Ambrosio con enerjía,
Remitió a la policia
Al famoso delincuentes.

    El diario dice en el parte
Que se llama Nicanor
Cornejo, i es de Amador
Hermano, de su mismo arte;
Hoi para que se de[  ]te
No lo hará mui fácilmente,
I debe tener presente
Lo mucho que se ha sentido,
Aquel hombre tan querido
Que mató alevosamente.

    El bravo comisionado
A este zorro perseguía,
Hasta que lo cazó un dia
I lo condujo al juzgado;
Donde será castigado
Con un castigo severo,
Como insigne bandolero.
Aunque quiera negar fué
El facineroso que
Mató a don Manuel Romero.

    Al fin, el incorrejible
Está en la percha seguro,
I salvarlo de este apuro
Me parece un imposible;
Ahora ese leon temible
Mui confuso se ha de ver,
Desde que ya está en poder
De quien lo debe juzgar,
Pronto tendrá que pagar
Las hechas i por hacer.

       BERNARDINO GUAJARDO.

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LOS PRESOS POR EL AMOR

       Ningún chileno saltea
       Todos son trabajadores,
       No sé de dónde señores
       Ha venido esta ralea.

    Si a San Pablo, un malhechor
Llevan, dice a los de allí;
Amigos yo vengo aquí
Cautivo por el amor;
Nunca he sido salteador
Ni Dios lo quiera que sea,
Hablando sobre esta idea
Decia un pillo a otro pillo,
Sin revólver ni cuchillo
Ningún chileno saltea.

    Otro dijo yo estoi preso
También por haber amado
A un buen caballo ensillado
I nada mas que por eso;
Si otros crimenes confieso
Serán mis penas mayores,
Así es que no hai malhechores
Entre la jente ordinaria,
Porque en la Penitenciaria
Todos son trabajadores.

    Otro dijo a mi me dan
De ladron mui mala fama,
Porque me prestó una dama
Una enagua i un fustan;
Si a preguntarle a ella van
Los falsos acusadores,
Conociendo sus errores
No me seguirán perjuicio,
Inventan este artificio
No sé de dónde señores.

    Otro dijo: santo Dios!
Yo ando con esta cadena
Porque en una noche buena
Le pedí a un futre el reloj
Para ver si eran las dos,
I se formó una pelea,
Por una estranjera fea
Que decia era su novio,
Solo a llenarnos de oprobio
Ha venido esta ralea.

    Ultimamente el chileno
Si a veces saltea i mata,
Es porque quiere la plata
Que se halla en poder ajeno;
Ser asesino no es bueno
Ni hombre de mal corazon,
Por esta justa razon
Comprenderá el homicida
Que perdonando la vida
Se hace digno de perdon.

       BERNARDINO GUAJARDO.

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SALTEOS I ASESINATOS

       En toda la poblacion
       Cometen los veleidosos,
       Crímenes tan horrorosos
       Que ya no hai comparacion.

    Se ha visto que en pleno dia
Muchos que en esto se emplean,
Van a una casa, saltean
I matan a sangre fria,
Con la mayor cobardía,
Al que está en su habitacion.
La mas severa prision
Ménos miedo les infunde.
[Po]r eso es que este mal cunde
En toda la poblacion.

    En casa de un señor Ossa
Mataron al mayordomo,
Ya se sabe quién i cómo
Se hizo esa muerte alevosa;
Esta ciudad populosa
Está infestada de ociosos,
Infames facinerosos
Que por hacerse malditos,
Ruines i atroces delitos
Cometen los veleidosos.

    Otros tambien han salteado
Temprano en la calle pública,
Pobre de nuestra república
A qué tiempo hemos llegado!
Matan ún comisionado
I quedan mui orgullosos,
Aquellos mas andrasojosos
Para tener que beber,
Su delirio es cometer
Crímenes tan horrorosos.

    No creen en un Dies eterno
Que al bueno sabe premiar,
I a los malos castigar
Con las penas del infierno;
Desde que nuestro gobierno
Ataca la relijion,
Los hombres sin instruccion
Hacen miles desacatos,
I tantos asesinatos
Que ya no hai comparacion.

    Al fin, ya todos sabrán
Que en el Sur unos soldados,
A traicion esos malvados
Mataron su capitan;
Los diarios noticias dan
De lo que hace el vandalaje,
O mejor dicho el pillaje
Rateros que andan de vagos,
De incendios, robos i estragos
Es causa el libertinaje.

       Bernardino Guajardo.

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El juramento falso.

           Qué pena es la que merece
       Todo el que jura i perjura,
       Digame la verdad pura
       El que mas letrado fuese.

    Antes era castigado
El hombre que perjuraba
Entónces se respetaba
A Jesús crucificado,
Aquel mas civilizado
Mas imbécil me parece
Según por lo que acontece
En el ilustre congreso,
I el que no cumple con eso,
Qué pena es la que merece?

    Uno jura protejer
La santa iglesia romana
I éste es el que mas se afana
En hacerla padecer;
I que en vez de merecer
Una pena la mas dura,
Mas en denigrar se apura
la relijion verdadera.
Qué castigo es el que espera
Todo el que jura i perjura?

    Otro juró en su bautismo
Morir por la fe de Cristo
I este pasa por lo visto
A odiar al catolicismo
Creo que en el salvajismo
No se verá tal locura,
Al hombre de mas cordura
Esta cue[s]tion le pregunto.
Para convencerme al punto
Digame la verdad pura.

    El que en su juicio ha prestado
El juramento de estilo
Jamas estará tranquilo
Si falta a lo que ha pactado,
I otro que haya apostatado
I contra Dios se enfurece
Este infeliz se embrutece
I asi quiero que mediga
Si se premia o se castiga
El que mas letrado fuese.

    Por último el juramento
Hoi en dia es como nada.
Porque a la lglesía sagrada
Se le quita el sacramento:
I cuántos hombres de intento
Se sabe que han perjurado
La lei de Dios han negado:
Desventurados de aquellos
Que dicen que para ellos
No hai mas Dios que el Dios e[s]tado.
       BERNARDINO GUAJARDO.

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Inundacion del lnfierno.

       Albricias que no hai infierno,
       El infierno se ha inundado,
       Los diablos se han vuelto peces
       I taguas los condenados.

    Un rio se fué al abismo
De las cuevas infernales,
I no dejó ni señales
Con el fuerte cataclismo:
Este aviso el diablo mismo
Manda a un liberál gobierno,
Ya no habrá castigo eterno,
Dice el infernal dragon,
I por él pide un mason
Albricias que no hai infierno.

    Jamas habia llovido
En esa concavidad,
I es una felicidad
El que esto haya sucedido;
Dios asi lo ha permitido
I lo tendria pensado.
Para que el sitio infestado
En un mar se trasformase,
I sin que nadie librase
El infierno fué inundado.

    Aquellas tremendas fraguas
De llamas abrasadoras,
Cambiáronse en breves horas
En un mar de inmundas aguas;
Donde solo se ven taguas
Tan grandes como las reses.
Es decir que en pocos meses
Despues del terrible estrago
En aquel profundo lago
Los diablos se han vuelto peces.

    El principe Lucifer
Quedó sentado en su trono.
Solo i en tal abandono
Que es de contar i no creer;
Sin hallar qué cosa hacer
Pues todos sus gobernados.
Al mirarlos disfrazados
I hechos esos pobrecitos
Peces, los que eran [  ]ditos,
I taguas los condenados.

    Al fin, grande es la victoría
En caso que así suceda.
Ya para el hombre no queda
Mas que purgatorio i gloria;
I si esta es cosa ilusoria
O cuento de diversion.
Cumplamos la obligacion
Que la iglesíia nos ordena.
Bien puede toda alma buena
Temer la condenacion.

       BERNARDINO GUAJARDO.

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El Harinero.

       De trigo i de maiz bien hecha,
       Decia un pobre harinero,
       Luego le dijo el pitero:
       Yo te paso por sospecha.

    Señor paco, hágame yer
La falta que cometido;
Marcha no mas atrevido
Allá lo irás a saber:
Acuérdate de que ayer
En la callecita estrecha,
Corrias como una flecha
Con otro zorrito mas.
I gritando por disfraz;
De trigo i de maiz bien hecha.

    Como eres astuto caco
Miéntras gritabas la harina.
Tu amigo entró a una esquina
I te pasó un calamaco;
Luego lo echastes al saco,
I a tu pobre compañero
Lo mandó pre[s]o el tendero
I falta llevarte a vos
No me lleve hombre por Dios,
Decia un pobre harinero

    Si acaso me dais dos pesos
Al cuartel no te remito:
Hombre, aguárdame un poquito,
Mira que alli van dos lesos,
I talvez a costa de esos
Pueda enterarte el dinero:
Yo también fui algo ratero,
I así de nada me admiro,
Anda i tirales el tiro
Luego le dijo el pitero.

El harinero llegó
Donde los huasos estaban,
I como alegres cantaban
A uno se le atracó
Del bolsillo le sacó
Un yesquero i una mecha.
De la cartera derecha
También le sacó un billete,
Toma, dijo al alcahuete.
Yo te paso por sospecha.

    Por último, el policial.
Gracias al amigo dió.
I el harinero salió
En busca de material:
Conócelo un oficial
I le dice: ven conmigo.
Cuando esto vió el paco amigo
Fué i le dijo al ayudante:
Señor, este es comerciante
I vende harina de trigo.
       BERNARDINO GUAJADO.

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LOS ABUSOS
de la Empresa.

    El chico que ántes lograba
Cada niña conductora.
La empresa lo logra ahora
Eso no mas le faltaba;
Si necesitada estaba
Que salga de su desdicha.
Supuesto que se encapricha
Para que le paguen tres
Centavos, cuando talvez
No queda ninguna ficha.

    Con este abuso millones
De chiquitos juntará
I tambien recibirirá
Millares de maldiciones
I está en riesgo que los peones
Unidos con los rateros,
Asalten a los cocheros
Si van ebrios o cucarros.
I le den piedra a los carros
Sin respetar pasajeros

    Mire la empresa lo que hace
I si está bastánte rica
Por qué al pobre perjudica
I nó a la primera clase;
Si a dos centavos el pase
Fuese i mas carros pusiera,
Mucho mas gano tuviera
I a nadie haria perjuicio;
Aun seria un beneficio
Que el pueblo le agradeciera.

    El chico o medio centavo
Tema la empresa ambiciosa,
Que polilla i no otra cosa
Se le vuelva al fin i al cabo:
Su poca vergüenza alabo
I ménos delicadeza,
Ya que a chicos se interesa.
Con el fin de aventurar;
Es preciso publicar
Los abusos de la empresa.

    Ultimamente resulta
Que en este resumidero.
Las niñas su sueldo entero
Lo pierden de multa en multa;
I por qué razón se oculta
Este abuso estraordinario.
Muchas veces en el diario
Se dice lo que hoi delato,
I el que está pagando el pato
Es el pobre vecindario.
       Bernardino Guajardo.
Impreso por P. Ramirez.— Echáurren. 6

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