LA FUGA DE ELENA
en Grecia

    La que se ausenta queriendo
Tiene sentencia de muerte.
Que se vaya, poco importa,
¿Quién le manda que se ausente

    La hermosa Elena se huyó
Siendo la ninfa mas bella;
Por los amores de aquella
El griego tanto lloro.
Una guerra se empesó
Que a Troya vieron ardiendo,
Por tal objeto el estruendo
Resonó en aquel imperio;
Merece un castigo sério
La que se ausenta queriendo.

    Paris olvidó a Belona
Por seguir la fujitiva
Que ella en su patría nativa
Despreciaba una corona.
Tétis en su voz pregona
Lo que Neptuno le advierte
Que la mas prolija suerte
Arrimada a una torpeza,
Mas que sea una princesa
Tiene sentencia de muerte.

    Minerva en bellos candores
Fué presentada a la corte
En el reinado del norte
Por reglamento de amores,
Dijo: que los amodores
Grecia nada les soporta.
¡Infeliz dama que corta
Manchada con el desdén!
Si cambia el mal con el bien,
Que se vaya, poco importa.

    Flora en el pensil amaba
Sintiendo a la compatriota.
Le admitió pues su derrota
I aun distinguido burlaba
I el insendio calsinaba
Al pueblo mas eminente:
Saliendo del continente
Me refiero a la deidad.
Si por su gusto se vá
¿Quién le manda que se ausente

    Señores, digo que Diana
Este juramento encierra:
Palas, diosa de la guerra,
Fué en su carácter galana,
La hidalga como inhumana
De tan notable delicia,
Le robaron con malicia
Esto confirmó Platon
Lo que dijo Salomon
No hai bonita sin codicia

        ES PROPIEDAD DE NICASIO GARCÍA. 

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LO QUE
dijo la Sibila Cuniana

En el cielo hai un palomo,
En el purgatorio un gallo,
En el infierno un plumario
I en la gloria un verde aromo.

La Sibila recordaba
Al Censor, cual Claudio Craso,
El que hizo a Roma su trazo
I en su tumba reposaba;
Dicha infernal le anunciaba
De un fuego color de plomo.
También dijo: de un asomo
Del Esiderio i la fé,
Por eso se dice qué
En el cielo hai un palomo.

Siguió la enviada mujer
Contando de un seno ardiente
Donde eatá el que se arrepiente
Para poder a Dios ver
Aunque es triste el padecer
Por el Creador, justo lo hallo.
De tal leyenda no callo
Dice el sabio San Agustin,
Hai, i no sé con que fin,
En el purgatorio un gallo.

Añadió de que un barquero
Que lo llaman Aquironte,
Parece viajar de un monte
En un buque mui lijero.
La portadora primero
Leyendo lo lapidario.
Dijo: las tres parcas diario
Las merecí ver un dia.
También notó de que habia
En el infierno un plumario

Llegó al imperio romano
I al César Augusto habló,
Miró al cielo i señaló
Ya es nacido el soberano.
Esta es señal de mi mano
Las huellas sin saber como
Hai mas, diré con verdad,
Un limbo de oscuridad
I en la gloria un verde aromo.

Al fin, el autor avisa
Que la escala de los cielos
Resplandeciente sin velos
Un sabio lo patentisa.
A toda hora simbolisa
Siendo doce los mas ciertos,
Cristalinos descubiertos
I un astro que llaman sirio
Ilumina al cielo Empirio
Del juez de vivos i muertos.

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ADIVINANZA

    ¿Cuál es aquel vendedor
Que saca venta a la plaza,
Vende, fia, presta i dá
I siempre su venta intacta?

    Con amor busca la imprenta
I allí trata con el dueño,
Patenti[z]a con empeño
I en el precio se contenta;
Tiene sacada su cuenta
Por mayor i por menor,
Leyendo pues con fervor
Le dice a los compradores
Quiero que digan señores
Cual es aquel vendedor.

    Este huesped por las calles
Lleva su comercio a cuestas,
Haciéndoles sus propuestas
Recorre aldeas i valles
Dando todos los detalles
De historias i lo que pasa.
A la vista pienza i traza
Si álguien me llega a entender,
¿Quién es ese mercader
Que saca venta a la plaza?

    En hoja suelta se afana
I funda sus cualidades,
Su clientela i amistades
Cada cual toma una plana;
Madruga por la mañana
En el puerto o la ciudad;
No tiene dificultad
Para decir que es prudente.
Acariciando la jente
Vende, fia, presta i dá.

    Cuando despende una suma
Considerable, es contento,
Se le alegra el pensamiento,
Llega a su casa, a la pluma,
La toma i talvez presuma
I en lo que aspira se jacta,
Repite su cuenta exacta
Compuesta de una alegría
Vendiendo dia por dia
I siempre su venta intacta.

    Al fin, este comerciante
Con todos es amistado
I en todas partes nombrado
Por su negocio ambulante
Advirtiendo al semejante
Que lea con mas cuidado.
Ya doi a saber su estado
Como hallarán efectivo
Su nombre i apelativo
En el abajo firmado.

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ELOJIO A MIS COLEGAS
populares

    Una multitud de poetas
Brotó con los aguaceros
Unos cuerdos i prudentes
I otros mui disparateros.

    Al saber de estos autores,
Viendo tantos rimadores
Arruego haria el parnaso.
De ántes era mas escaso
El saber llenar limetas,
I ahora hasta de las grietas
Han salido a poetisar;
Es lo que me hace adm[i]rar
Una multitud de poetas.

    Yo digo que las corrientes
Del Mapocho i sus raudales
Trajo tantos principales
Talentos tan eminentes.
De algunos lagos i fuentes,
De los arroyos i esteros
Escriben cuales Homeros,
Pero algunos con agrabios.
Este conjunto de sabios
Brotó con los aguaceros.

    Las imprentas los alaban
Por sus poemas tan honestos
En sus idiartes modestos
De sus estrofas que graban.
Soi de la opinion que daban
A tales intelijentes,
Los creo son competentes
En diferentes asuntos
He visto en sus contrapuntos
Unos cuerdos i prudentes,

    Ellos para improvisar
Tienen tino i elocuencia
I su moderada ciencia
Nadie puede criticar.
El vulgo en el agraciar
Bien hace a mis aparceros
Trobadores lisonjeros
Como los han visto ya,
Unos dicen la verdad
I otros mui disparateros.

    Al fin, yo aseguraria
Que a dichos hombres aspiertos,
Seguro despues de muertos
Les harán su biografía,
Tomarán de sus poesías
Puntos sérios verdaderos,
Sus legados i herederos
Los pondrán en los anales
Sus nombres como inmortales
Para tiempos venideros.

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EL CÓLERA
EN CIUDADES I ALDEAS DE SAN-
TIAGO DE CHILE

    No hai mejor medicamento,
Para que el enfermo viva:
Una nueva rogativa
Para que aplaque el tormento.

    Ya ven de que los doctores,
Han apurado su ciencia;
No han calmado la dolencia
De Aconcagua los clamores.
Han mandado los mejores
De estudio i conocimiento,
Mejor es que el pensamiento
Se eleve al cielo veloz,
I unirse pronto con Dios
No hai mejor medicamento.

    En Catemu i en Quilpué
I en Panquehue mueren tantos,
Que ahí no cesan los llantos
Por la epidemia bien sé;
Nuestro gobierno con fé
Ha dado órden preventiva;
Deseamos de que reciba
De todos en jeneral
El nonbre del Celestíal
Para que el enfermo viva.

    Lo Ocampo se ha lamentado
Que de alta salen mui pocos,
I al morir son como locos
Por el mal desesperados.
Llaillai bastante infestado
I Vichiculen arriba,
Piden que el diarista escriba
Los puebiós en que la plaga
I en los conventos que se haga
Una nueva rogativa.

    En las hijuelas sufriendo.
Están i el flajelo arruina;
Parece de que camina
Por la línea diciendo,
De la Calera escribiendo
Partes con gran sentimiento,
Socorro del Sacramento
Suplican de noche i dia.
I que pidan a María
Para que aplaque el tormento.

    Señores, en la ciudad
De Quillota i otros puntos,
En la Cruz estos asuntos
Sufren por la enfermedad.
A San Pedro llegó ya
I nos infunde temor
Castigando al pecador
Avanza su atrevimiento
Como el rayo mas violento
Mandado por el Creador.

        NICASIO GARCÍA

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EL CÓLERA MORBO

    El cólera en lo presente
En la provincia Arjentina,
Se ha de evitar esa ruina
De los pueblos del oriente.

    El Ministro de la Guerra
Al señor jeneral de armas,
Escribió por las alarmas
Un decreto en mar i tierra;
Todo lo que Chile encierra
Está en peligro inminente,
Pero nuestro Presidente
Dice en la órden jenerosa,
Que va penetró a Mendoza
El cólera en lo presente.

    Buenos Aires i el Rosario,
Los primeros que sufrieron
I morir a cientos vieron
De treinta a cuarenta diario;
Nuestro plenipotenciario
Dando razon determina,
Que de la nacion vecina
Dice a su patria natal
Que pocos libran del mal
En la provincia Arjentina.

    En Córdoba i Santa Fé
Dicha epidemia ha asolado,
I los doctores no han dado
Con la contra así se creé,
I en las aldeas se vé
Que el farmacéutico opina
En hallar la medicina
A nuestro puéblo dichoso,
Por Dios que es tan poderoso
Se ha de evitar esa ruina.

    Dicen que en el Tucuman
I en la ciudad de la Rioja
En una grave congoja
Esos dos pueblos están;
Los hacendados se van,
A los campos diariamente
Huyendo del pestilente
Achaque desconocido,
Que al parecer ha venido
De los pueblos del oriente.

    Al fin en Salta i San Juan
Lo propio que en Catamarca,
Si esas ciudades abarca
Los habitantes ¿qué harán?
En nuestro país se verán
Por el accidente infiero,
Pedir junto con el clero
A las horas compasivas,
I han de ser las rogativas
Al mismo Dios Verdadero.

        NICASIO GARCÍA.

Imp. Victoria.

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DECRETO DE NUESTRO
GOBIERNO

    La pasada a los cuyanos
Chile les ha prohibido,
Los que el cólera no mata
Mueren helados de frio

    Nuestro gobierno mandó
Del norte aquellos lijeros.
De Yungai Carabineros
I al oficial ordenó.
De Antofagasta marchó
A recibir los paisanos,
Mas que digan vienen sanos
O pasajeros a fletes,
Se prohibe en los boquetes
La pasada a los cuyanos.

    Para Coquimbo i Caldera
Otros piquetes mandaron
Los que pronto se empinaron
Subiendo la cordillera;
La órden terminante era
Decia en este sentido:
Vuelva atrás todo individuo
Siendo arjentino notorio
Pisar nuestro territorio
Chile les ha prohibido.

    Toda comunicacion
Se cortó con la Arjentina
Por el flajelo que arruinas
Si entra en nuestra nacion.
Jente viene en grimillon
Como el que huye de un pirata
Por Maipo i por Huspallata
Se notan sus atropellos,
La nieve da cuenta de ellos
Los que el cólera no mata.

    A Ñuble, Talca i Chillan.
El ministro por los casos,
Ordena cerrar los pasos
Del Campanario sabrán.
Los intendentes pondrán
Donde nace todo rio
I los detengan con brío
A los cheyes de mas rangos,
Aunque se pongan tamangos
Mueren helados de frio.

    Al fin dicen que a un cuyano
Topó un soldado chileno,
I le dijo este terreno
Yo lo vijilo, paisano,
Ir adelante es envano
Sabrá que este es el Planchon
I ustedes a Concepcion
Si pasan sirven de estorbos
Mientras el cólera morbo
Persista en esa nacion.

        NICASIO GARCÍA

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[ ] asesinato de madre e hija.

    [Cu]atro son los criminales
[En el] drama mas sangriento
[Que a]sombró a la capital
[Dando] el mayor sentimiento.

    [Uno] de los asesinos
[Abrah]am Fragua su intencion,
[Dentist]a de profesion,
[Hiciero]n los desatinos;
[Ni en l]as cuestas ni caminos
[Hacen] delitos tan tales,
[Atrocid]ades verbales
[I a]e v[os]o itinerario,
Que con dicho boticario
Cuatro [s]on los criminales.

    Francisco Rios se mienta
Otro de aquellos piratas.
De aspiraciones ingratas,
Asesinarlas intenta;
Sin conocer que se afrenta
En aquel fatal momento.
Por su loco atrevimiento
Han de ser averiguados
Los cuatro son conmplicados
En el drama mas sangriento.
Otro es Eduardo Romero,

    De medicina estudiante
Formó el plan insemejante
Como hace el lobo al cordero:
Compraron con el dinero
La toma mas ilegal.
Dando a todos por igual
Con intencional tropiezo,
Pero esto llegó al exceso
Que asombró a la capital.

    Anton Figueroa, empleado
Que el diario no dice en qué,
Otro que el nombre no sé
Que dicen queseha embarcado
Opinan que ese ha llevado
Un cajón, en cumplimiento
A la intemperie del viento,
Restos humanos hallaron.
Con un parte los mandaron
Dando el mayor sentimiento.

    Al fin murió madre e hija,
Son Gabriela i Zoila Rosa;
Plana mas triste i penosa
Que el mismo lector se fija.
Las faltas no las corrija
Del autor de poca fama,
Como obligacion se inflama
Dice al señor Intendente
Que dicha sangre inocente
A la justicia reclama.

        Nicasio García.

Nota: reconstruida desde la lira 451.

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Miguel Jerònimo Triviño: su desgracia i su muerte.

    En el nombre de Dios Padre
I María soberana,
Dadme licencia, señora,
Para narrar esta plana.
Atended, lector curioso,
De mi pluma la sustancia;
Lo que os digo con certeza
I con pena mui grabada:
    Peñaflor, ese punto,
Un caballero de fama,
Artesano en la herrería
I entendido en la mecánica,
Es conocido por su arte
Que el estranjero no iguala.
De haberes mui moderados,
Don Segundino es su gracía,
Triviño su apelativo,
Con el taller en su casa.
Hijos tiene este señor,
Todos de buena enseñanza,
I a uno de estos varones
Mui de continuo mandaba
A que espendiese las obras
Que en su casa trabajaba.
Un dia a Miguel Jerónimo
Le mandó, pues, que ensillara,
I que en seguida se fuese
A recaudar una plata
Llegó el jóven a Santiago,
I como necesitara
Un corte de pantalón
Se apeó en la calle Ahumada,
Donde habia un español
Que Carrillo se firmaba.
Como dueño de la tienda,
Se alegró de que llegara.
El tendero preguntóle
Si algún jénero buscaba.
Señor, contestó Triviño,
Casimir necesitaba.
Un corte le señaló,
I el comprador, de palabras,
Le dice: qué vale el corte?
A luego respuesta aguarda.
Ocho pesos no mas pido;
Ya ve, la especie no es cara.
Entónces el comprador
Ofrece sin mas mudanza:
Cinco pesos le daré;
Así me atrevo a tomarla.
Se alteró mucho Carrillo,
I dice: esta no es robada.
El de afuera le responde:
Tiene usted la sangre mala.
I qué vino a suceder?
Que, como no cuesta nada,
Al que es lijero de jenio
Se le pinta la desgracia.
Otras cosas se dijeron
A modo de bufonada,,
I entre dimes i diretes,
I de palabra en palabra,
Carrillo sacó un revólver
I a Triviño amenazaba.
El jóven de Peñaflor
Una arma tambien cargaba;
Puso los puntos tambien;
Pero todo era una chánza.
De repente sale el tiro,
I a Carrillo da la bala
Que quedó muerto en el acto
Sin decir una palabra.
Sube a cabállo Triviño
Para buscar escapada;
Pero luego lo rodean,
I entre todos lo insultaban;
I él entre medio de todos
Mui tranquilo se callaba.
Llamaron al vijilante,
I éste lijero piteaba;
Llévanlo de punto en punto
De San Pablo a la posada.
Preguntóle el oficial
Luego cómo se llamaba,
I escribiéndole su nombre
A un calabozo lo manda.
Al otro dia, la hora
Las nueve de la mañana,
Lo presentan al juzgado,
I el juez enojado lo habla:
Dime si eres el autor
De una muerte perpetrada
En medio de tanta jente
Ayer en la calle Ahumada.
To lo turbado el humilde,
De primeras lo negaba;
I el juez lo mandó a la cárcel
I que oscuro lo pasara
El padre cuando supo esto,
Abandonando su casa
Salió como dislocado
I un abogado buscaba
De lo mejor que se nombra,
Para dicha circunstancia.
Puso todos sus esfuerzos;
Pero el juez usó de traza.
A las once de la noche
Fué en persona a donde estaba
Exijendo que le diga
Que de la prisión lo salva.
Sin mas que esto el prisionero
O aquella paloma mansa
Le refiere la verdad
I el juez los grillos le saca
Lo hace firmar lo que habló
I a muerte lo sentenciaba,
I sin pérdida de tiempo
A la corte se le manda.
La corte aprobó como era,
Hé ahí, fué confirmada.
En el Consejo de Estado
Propusieron apelara.
Todo, todo vino en contra
Para que no se librara.
Hubo mui grandes empeños,
De primera aristocracia
Como fue don Benjamin,
Prometiendo su palabra
Que él haria lo posible
A fin de que no dañara
La terminante sentencia
Que ya estaba decretada.
La dama Victoria Prieto
De Larrain titulada,
Las monjas tambien pedian
Conseguir lo que descaban,
Un comandante de abordo
También escribió una carta,
Que no hubiera sacrificio
I era favor que aguardaba.
Su Señoria llustrísima
Fervoroso suplicaba
Qué diré la clase obrera?
Que toda ella se empeñaba
En conseguir el perdon
Para ver si se apiadaba
El padre de la provincia
Que en la Moneda se hallaba.
Entre oradores i poetas
Se vió la mayor constancia,
Implorando a su excelencia
Que la pena conmutara.
A ese tiempo la capilla
Con Triviño se ocupaba,
¡Qué dolor en aquel dia
Que todo el pueblo esperaba!
Eran las seis de la tarde,
Aquella mal opinada,
En que la triste familia
Jemia desconsolada
Se vió entrar el piquete
A ejecutar con las armas
Al cordero maniatado
Con los grillos que pesaban.
En la celda, solitario,
Con un soldado de guardia,
El reo esperaba triste
Que el fatal plazo llegara.
Presto entró el sacerdote
En aquella infeliz sala
I un caballero Verdejo,
El encargado que estaba
De leerle la sentencia
Al que la muerte esperaba,
Lo que no mas fué leida
El padre Eleuterio le habla:
Hijo de mi corazon,
Marchemos, que Dios te llama;
Jesús murió en el Calvario
Por redimir nuestras almas,
De allí se paró el dichoso
I ante el crucifijo clama:
Ten piedad de mi, señor
Que está mi muerte cercana.
Se sentó el padre en el banco
I el reo se arrodillaba,
I le habló secretamente
Sin duda algo le faltaba.
Al padre le dió seis cartas
I el reloj que manejaba
Les pidió perdon a todos
I en el palo se sentaba
Se allegó pronto el verdugo
I la vista le vendaba.
I el sacerdote le dijo:
Al cielo! que Dios te aguarda.
Obligándole tambien
Que a la oración se dignara,
Oh! señor, en vuestras manos
Os encomiendo mi alma,
Desús Maria i José,
Por tres veces replicadas,
Como fuese suficiente
Dividiéndose dos varas
I levantando el florete
El oficial que mandaba,
Los primeros tiradores
Rompen el fuego i descargan,
Quedando el cadáver yerto,
Se consiguió que entraran
Caballeros, i el hermano
A sus lomos lo levanta,
Hizo valor el doliente
I a su hermano le amortaja;
En el instante partieron
Al sepulcro que esperaba.
Ahora pidamos todos
Implorando una alabanza
Por el alma de Triviño,
Que Dios le tenga en su gracia
Como les deseo a todos
Cuando de este mundo salgan.

        NICASIO GARCÍA

        Impreso por P. Ramirez.—Echáurren, 6.

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EL JUICIO FINAL

    Fuego, tierra, mar i viento.
Rayo, rejión, i nublado
Sol, i Luna, son mandados
Astros, cielos i elementos.

    Se verán quince señales
San Jerónimo lo escribe
Del modo como recibe
El castigo en los mortales,
Los que han léido los anales,
Nos declaran el tormento.
Con un luto el firmamento
Las selvas arden sus hojas,
Entre funestas congojas,
Fuego, tierra, mar i viento.

    También han de ver el mar,
Que sin golpear a las peñas,
Temblarán las verdes breñas.
I la brisa ha de calmar.
Los planetas sin jirar
Por el eje acostumbrado:
Todo ser, que ha sido creado,
Verá el último consumo
El aire cubierto de humo,
Rayo, rejión, i nublado.

    Se ha de ver en el jentío,
Conflictos, lamentaciones
I en sus cabañas, los leones,
Rujir su áspero bramido;
Un lastimero sonido
Con sus ecos destemplados;
Todos los que hai sepultados,
Desde Abel hasta el presente
Que se nieguen al viviente
Sol. i Luna son mandados.

    Un Ante-Cristo han de ver,
Que hará que se pare el Sol,
I el mas brillante arrebol
Hará su brillo perder,
Para que le puedan creer
Dará nuevos mandamientos.
Los muros, de sus cimientos.
Presto los derribará.
Quedando en oscuridá
Astros, cielos, i elementos.

    Al fin, se levantarán
Todos de su sepultura.
I en un valle de amargura
Alli se presentarán
A la diestra pasarán.
Los devotos de María,
En tan amarga partida,
Dos ejércitos formamos,
Donde por cierto esperamos
Del tiempo el último dia.

        NICASIO GARCÍA.

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