Democracia! diosa fuerte,
Dame fuerzas, desde el Cielo,
E inspiracion, pues anhelo
Cantar tu pasion y muerte.
Porque fuí tu fiel devoto
Y te proclamaba a gritos,
En Chile los futrecitos
Me llamaban pije y roto.
Pero yo a insulto tan necio,
Tan fátuo y tan baladí,
Casi siempre respondí
Con la risa del desprecio.
Pobre soi, me falta el oro;
Pero ¿es esto una desgracia?
No, bendita Democracia!
Tú eres mi diosa y te adoro!
Viste a Chile, pueblo bravo,
Esclavo de los banqueros,
Y quisiste darle fueros,
Redimiendo al pueblo esclavo;
Y bajaste a la Moneda
En busca de un Nazareno
Que amase al pueblo chileno,
Y encarnaste en Balmaceda!
Y fué el Palacio escenario
Del futuro Redentor,
Que vió cambiado el Tabor
En un glorioso Calvario.
Y empezó su obra santa
Poniendo, firme, altanero,
Sobre el cuello del banquero,
Nó la mano, sí la planta!
Del futuro para ejemplo,
Creyendo un templo su hogar,
Empezó a azotes a echar
A los judíos del templo.
Pues querian los bellacos
Con las arcas nacionales
Celebrar fiestas reales,
Robando el oro por sacos.
El les dijo a los bergantes:
“Eh! Partido perdulario!
Cierto es que hai en el Erario
Muchos millones sobrantes;
“Mas, yo debo, por lo mismo
Que fueron ellos ganados
Por nuestros bravos soldados,
Gracias sólo a su heroismo,
“Gastarlos de modo tal
Que aproveche su inversion
Por entero a la Nacion,
Ya que es oro nacional.
“Así, pues, miles y miles
Gastaré sin devaneos
En escuelas y liceos,
Puentes y ferrocarriles;
“Y, sin regatear un cobre
Haré lo que ántes indico,
Nó en beneficio del rico,
Sino del rico y del pobre;
“Si el Ministro Pedro Montt
De cárceles llenó a Chile,
Pueblo, a ese Ministro dile:
“¿Para qué tánta prision?”
“Una cárcel es bastante;
Pero una escuela, no tal.
Si él pensó en el criminal,
Yo pienso en el ignorante.”
—”¡Qué! ¿Deseais a troche moche
Hacer tales estravios?
Arguyeron los judíos.
¡No es posible tal derroche!”
—”Ah! ¿quereis ponerme atajo
En obra tan ejemplar?
¿De cuándo acá es derrochar
El dar al pueblo trabajo?
“Nó, canallas mercaderes!.
Sé gastar, pues soi honrado,
Los dineros del Estado.
Conozco bien mis deberes.
“Pero decidme, y sed francos:
¿Qué deseais que haga, bribones,
Con todos esos millones?”
—”Que los presteis a los bancos.
—”¡Jamás, ruines aguiluchos!
Pues fuera cosa de locos
El engordar a unos pocos
Para matar de hambre a muchos.”
Y la espalda les volvió,
Firme en su plausible idea,
Miéntras toda la Judea
Sólo en vengarse pensó.
Y fué el pais una feria
En que el trabajo sobraba,
No siendo la jente esclava
Del hambre ni la miseria.
El artesano, el gañan
Mostraban sus regocijos
Al contemplar que a sus hijos
No les escaseaba el pan.
Pero, en cambio, los banqueros
Miraban tánta ventura
Con envidia y amargura,
Propias sólo de usureros.
De su odio sacando bríos
Y altivez de su alma ruin,
En secreto sanedrin
Se juntaron los judíos.
Fueron de todos plumajes:
Liberales, monttvaristas,
Radicales, romanistas,
Y hasta sueltos o salvajes.
Y venganza iban jurando,
Una venganza brutal,
Y todos con este ideal:
¡Apoderarse del mando!
La intervencion fué el pretesto:
Contra ella alzaron bandera;
Mas, la canalla usurera
Iba tras del Presupuesto!!
Y se armó una coalicion
De la sardina y el bagre:
¡El aceite y el vinagre
En estrechísima union!
Oh! la ambición personal,
Que siempre aquí queda impune,
¡Cuántas veces no reune
A la hiena y al chacal!
Por eso, esa barragana
Ayer juntó en su tugurio
Al fraile, a Marte y Mercurio,
Al mandil y la sotana.
Y para hacer el proceso
Del Justo, aquellos chacales
Trocaron en Tribunales
Las dos ramas del Congreso.
Y entre cien Panchos Falcatos,
A Balmaceda verás
Yendo de Anás a Caifás,
Y de Herodes a Pilatos.
Entre los jueces se fragua
Con [ ]
Negarle los Presupuestos,
Negarle la sal y el agua.
El defenderse procura;
Mas, sólo el furor subleva
Del Congreso, que lo lleva,
Lo empuja a la Dictadura.
¡La Dictadural Fantasma
Con que al pueblo se le arredra,
Quien se queda como piedra:
Tal farsa no le entusiasma.
¡La Dictadural ¿Qué hacer
En semejante emerjencia?
¿Qué? ¿Dejar la Presidencia?
¿Dar al Congreso el Poder?
Respondan los redentores:
Para el pueblo ¿qué es mejor?
¿Que haya un solo dictador
O que haya cien dictadores?
Pues, si hace males sin cuento
Un dictador gobernando,
¿Qué no sucederá cuando
Los dictadores son ciento?
¡La Dictadura! Espantajo
De que el pueblo se reia,
Pues que con ella sabía
Tenia pan y trabajo.
Comprendiendo los judios
Que el pueblo no se asustaba
Del espantajo ni daba
En cometer estravios,
En las sombras de la noche
Clamaron ¡revolucion!
Acordando en tal sesion
Nombrar de jefe a un fantoche;
Y tambien, si al fin la suerte
Les daba el triunfo completo,
Acordaron en secreto
De Balmaceda la muerte;
Y sentenciaron matar
A todo fiel partidario
Que siguiese hasta el Calvario
A aquel jefe popular;
Y, después de hacerlos trizas
Entre crueldades tremendas,
Dejar todas sus viviendas
En escombros y cenizas;
Y que fueran luego en pos
Los leales en la reyerta
Pidiendo de puerta en puerta
Una limosna por Dios!
—Mas, ¿no cumplieron quizás
Tan sanguinaria sentencia?
—Calla, lector, ten paciencia,
Que ya presto lo sabrás.
Pueblo, apróntate, entre tanto,
A sufrir la consecuencia
De aquella civil pendencia
Que te ha de sumir en llanto.
Y miéntras tu mujer llora,
Y en tu casa llora el chico,
Piensa en que es un buitre el rico,
Que tus entrañas devora;
Y recuerda que ese buitre
En la posterior campaña
Premió con gloria tu hazaña,
Y él se premió con salitre;
Mas, según cuenta la historia
De los veteranos fieles,
Nadie vive de laureles
Ni nadie vive de gloria!
Sin embargo, en tu afliccion,
Que a fondo aún no conoces,
Puedes esclamar a voces:
¡Viva la Revolucion!
EL PADRE PADILLA.
La Serena, 28 de Abril de 1892.
(Se continuará en otra hoja suelta.)
Imp. de la Reforma.—Serena, Mayo 5 de 1892.
Nota: “El Padre Padilla” es uno de los muchos seudónimos usados por Rafael Allende.