Un muchacho vendedor
que andaba como pelota
endiendo verso en Quillota
innundado de sudor,
fué llamado con primor
por una linda muchacha
tentadora i vivaracha
como el mismo Paraiso,
el muchacho oyó el aviso
i acudió con mucha facha.
En cuanto llegó el versero
donde la que lo llamaba
a gritos le pregonaba
de sus versos el letrero:
«La muerte de un bandolero,
Un feroz asesinato
Prisión de Pancho Falcato,
Un marido apuñaleado,
Un niño descuartizado,
i El perro que mató al gato.»
Quedó la niña encantada
del variado material
pero le pareció mal
ver la hoja mui ajada
porque se hallaba arrugada
por el viento del espacio
i le dijo mui despacio,
mientras buscaba sencillo:
pero maldito chiquillo
¿por que lo traes tan lacio?
El versero que era agudo
i lejos de ser San Pablo
parecia el mismo Diablo
pero mas listo i cachudo,
haciéndosele el lanudo
i que no quebraba un hueso,
con un tonito travieso
le dijo i con su risita:
i usted tambien, señorita,
¿pa que lo quiere mas tieso?
La niña miró al perverso
i hasta la uña se encendió,
sacó un cinco i le pagó
i se puso a leer el verso
cuando cada cual, disperso
se vió, se hicieron un guiño,
se miraron con cariño
al traves de la campiña
él murmurando: ¡qué niña!
i ella diciendo: ¡qué niño!