Viva el Dieziocho
DE SETIEMBRE DE 1810

    ¡Viva el Dieziocho inmortal!
Que hace desechar la pena.
Viva la armada chilena
I el pabellón nacional.

    Viva nuestro Presidente
I todos sus edecanes,
Que son bravos capitanes
En el peligro inminente;
Viva la estrella esplendente
Del tricolor nacional,
Viva el Cóndor sin igual
I el huemul de tres colores,
I todos digan, señores:
¡Viva el Dieziocho inmortal!

    Vivan nuestros batallones
I Dios los colme de gracia,
I viva la democracia
Que da al ejército leones;
Esos leales campeones
Que con la audacia mas plena,
I destrozaron la cadena
De la esclavitud notoria;
Viva este dia de gloria
Que hace desechar la pena.

    Viva el carro del Estado
I el hábil Lejislador,
Viva la guardia de honor
I el estandarte sagrado;
Vivan los que están aliados
Con nuestra patria serena,
Porque es ella la mas buena
Por su lujo i bizarría,
Con la heroica artillería
Viva la armada chilena.

    Viva el valiente operario
Aunque de él no se hace caso,
I con su robusto brazo
Hace abundar al Erario;
I hasta al mismo millonario
Le hace aumentar su caudal;
Viva el noble jeneral
Baquedano el eminente,
Viva, viva eternamente,
I el pabellón nacional.

    Al fin, viva la nacion
I la Vírjen del Carmelo,
Que hizo al contrario en su suelo
Se rindiera a discrecion;
Viva Dios en su mansion
Dándole a este Chile brillo,
Con un amor tan sencillo
Aunque la suerte está ingrata,
Viva en su cielo de plata
Saturno, con doce anillos.

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El hijo
QUE MATÓ AL PADRE EN TALCA
ES CONDENADO A MUERTE

    El hijo que mató al padre,
A muerte está condenado;
Por el crimen tan horrendo
Tendrá que ser fusilado.

    El fiscal de la vecina
Talca, ciudad floreciente.
Pide que el delincuente
Pase a la guillotina.
Por aquella acción malina
Loca se encuentra la madre;
Aunque el verso no le cuadre
Digo con benevolencia:
Pagará con su existencia
El hijo que mató al padre.

    No le tendrán compasion
Porque en matarlo fue franco;
Lo han de sentar en el banco
A nombre de la nación.
En su oscura prisión
Se lamenta el desgraciado.
Triste i descorazonado,
Se encuentra mui impaciente;
Ha dicho toda la jente,
A muerte está condenado.

    El reo, en triste pensar,
Se encuentra en el calabozo,
Ver que al banquillo afrentoso
Mui pronto lo han de llevar.
Sirva esto de ejemplar
A los que queden viviendo:
En mi verso voi diciendo,
Por lo que tengo observado:
No podrá ser perdonado
Por el crimen tan horrendo.

    Niega el reo de que él
Ha sido el que lo mató;
Apablaza dice: no,
El hechor es Ismael.
Por ser asesino i cruel
Es de todos mal mirado;
Cuando al Consejo de Estado
Se presente su sentencia
Todos dirán sin clemencia:
Tendrá que ser fusilado.

    Al fin, el reo Apablaza
Fué a veinte años condenado;
Nadita le habrá gustado
Lectores, lo que le pasa.
Meneses hace mas basa:
Por hacerles compañía.
Con gran pompa i bizarría,
Auque se halla mui sereno,
Tendrá que sufrir por bueno
Preso tres años i un dia.

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Sigue la aventura
de dos jóvenes i una dama

    Vuelvo a principiar la historia
De los dos fieles amantes,
Porque ya en estos instantes.
Gozarán de dicha i gloria.

    Fué verdad que Juana Rosa
Se quiso mandar cambiar
I al tiempo de irse a embarcar
Halló otra suerte grandiosa

    Con aquel nuevo adorado
Que en la estación encontró,
Mucho se regocijó,
Porque le fué de su agrado.

    El la supo enamorar,
I conquistarse su amor,
Sin trabajo el que menor
Por ella se hizo amar.

    Con gusto correspondió,
Al amante las caricias;
Con amorosas delicias
Un fuerte abrazo le dió.

    Él le dijo con ternura
I le contó sus asuntos:
Ahora que estamos juntos
Gocemos nuestra ventura.

    Ella, con aquel contento,
Rebosando de alegría,
Al pobre José María
Lo borró del pensamiento.

    José María en la cárcel
En una oscura prisión;
Siempre tenia en la mente,
La imájen de su pasión.

    Sumerjido en gran dolor,
Con pena i melancolía
Se lamentaba, i decía:
Caro me cuesta el amor.

    Triste al verse preso allí,
Dijo con tierno desvelo:
¡Dónde estará mi consuelo,
Si se acordará de mi!

    ¡Ai! ¡qué pena i qué tormento!
¡Ai! ¡qué cruel es esta hora!
Siento un fuego que mo abrasa
I el corazón me devora.

    Ya no quisiera vivir,
De mí mismo yo me espanto,
Como podré tener vida
Sin ver a mi adorado encanto.

            (Continuará)

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NÚMERO 9
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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Versos del lloro i canto
de una tortolilla

    Arriba de un árbol verde
Una tortolilla amante
Lloraba su desventura
Con un dolor incesante.

    Oí un lastimero llanto
Que me causó confusión,
I me llenó de emoción
La pena de su quebranto.
Como el sufrir era tanto
Hacia en los aires se pierde
Solo porque yo recuerde,
Del eco las vibraciones;
improvisa sus canciones
Arriba de un árbol verde.

    De ver su melancolía
Me dió congoja i tristeza,
I al punto con lijereza
Propuse darle alegría.
Las penas que ellas tenia
Se las quité en el instante,
Con mi canto delirante
La hice ponerse risueña,
A fin que sea mi dueña
Una tortolilla amante.

    Sus arrullos me enamoran
Cual cánticos melodiosos,
Los siento tan amorosos
Cuando en mí se atesoran,
Mis sentimientos devoran
Su voz con tanta ternura,
Dejándome el alma pura
Dice la dicha perdí,
A! acordarse de mi
Lloraba su desventura.

    Era tanto el sentimiento
Que tenia por su cielo,
l lloraba el desconsuelo
Sin descansar un momento.
En su mucho abatimiento
Lo pasaba suspirante,
Pensando solo en su amante
Sin poderse consolar,
Toda su vida era estar
Con un dolor incesante.

    Por último, en una flor
De verla tan fragantosa
En la selva deleitosa
Le dejé impreso mi amor.
El cual de consolador
Le sirvió de aquella hora,
A la avecilla canora
l aumentó su melodía
Desde entonces hasta hoi dia
Me han dicho de que no llora.

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Despedida de Anjelito

    Adiós, mi madre querida
Adiós madrina i padrino;
Adiós que me voi al cielo
Para cumplir mi destino.

    Adiós, grandioso convento.
Donde yo fui bautizado,
Adiós, cura que me has dado
A mí el primer sacramento:
Adios, humilde aposento,
De donde hago mi partida,
I para ir a la otra vida
Ya me despido ¡ai! de mí;
Antes de salir de aquí
Adiós, mi madre querida.

    Adiós, leche que mamé
Desde que yo fui mortal,
Adiós, vientre virjinal
Seno donde yo me crié;
Adiós, católica fé
Del Hacedor Unitrino,
Adiós, altar diamantino
Digo, con gozo i ternura,
Al ir a la sepultura
Adiós, madrina i padrino.

    Adiós, clavel rozagante,
De los jardines i prados,
Adiós, los acompañados,
Me despido en este instante;
Adiós, hermanita amante
No llore, tenga consuelo,
I por mí no hai un duelo
Aunque se apague la luz,
En el nombre de Jesús,
Adiós, que me voi al cielo.

    Adiós, luna, blanca i bella,
Que alumbras en el oriente,
Adiós, Sol, resplandeciente
Adiós, luminosa estrella;
Adiós, vela, que sin ella,
Que alambres, Dios le previno.
Mi largo i santo camino
Desde esta vida ilusoria,
Por donde me iré a la gloria
Para cumplir mi destino.

    Al fin, voi con la esperanza,
Sin recelo i sin temor,
Que el soberano Hacedor
Me halle justo en la balanza;
Allá cantaré alabanza
En compaña de María;
Cuando esté en la jerarquía
A usted, querida mamita,
Por permisión infinita
Le mandaré la alegría.

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El cambio de baja
Es la carestía en Chile

    El cambio se halla de baja,
El alimento mui caro:
El pobre no tiene amparo
En Chile, si no se ataja.

    Después que la oposicion
Nos ofreció oro i plata,
Se ha mostrado tan ingrata;
En todita la Nacion
Se oye la lamentacion
Desde el Mapocho al Laja;
Por mas que nos agasaja
Nuestro Gobierno activo,
Sin que le demos motivo
El cambio se halla de baja.

    Dos pesos vale una misa,
El casamiento otro tanto,
El bautismo, por mi santo,
Nos va a dejar sin camisa.
La Iglesia nos martiriza
Con su lei como el avaro;
Yo si algo aquí reparo
Digo, sin ir mas allá,
Por todas partes está
El alimento mui caro.

    ¿Qué tiene que hacer el clero
Con el cambio, si ha bajado,
Si aquél está mejorado
Esquilmando al mundo entero?
Recopilando dinero
Se encuentra en su descaro.
Con este ejemplo tan raro
Corrompen mucho la vida;
En nuestra patria florida
El pobre no tiene amparo.

    El comerciante suspende,
Sin mirar en el cinismo,
Hasta llegar al abismo
Todas sus cosas que vende;
No se fija de que ofende
A Dios en lo que trabaja;
Si su conciencia la ultraja
Le hablo esto para que pruebe:
El gañan la paga a nueve
En Chile si no se ataja.

    Por último, la conciencia
Ya en Chile se ha acabado
I solamente ha quedado
La impiedad i la inclemencia.
Les hago esta referencia
I a todos voi advertir,
Sin cansarme de decir
Voi con mi tenacidad:
De hambre i de necesidad
¡Morir, chilenos, morir!

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El marido que le pegó
siete puñaladas a su mujer i la mató, i en seguida se ultimó él

    En la ciudad de Mendoza
Un marido criminal.
Con un agudo puñal
Mató a su querida esposa.

    Lectores, un tal Ceron
Es el autor del suceso,
Por temor de caer preso
Se suicidó este bribon.
La infeliz en su colchon
Dormía mui afanosa.
Con una chica amorosa
Tranquila está en su cama;
La cual presenció el drama
En la ciudad de Mendoza.

    Entró el infame furioso
A la pieza donde estaba,
I durmiendo le pegaba
El asesino celoso.
Peor que tigre rabioso
Era el demonio infernal,
Imitando a un chacal
O a la mas sangrienta fiera;
Victimó a su compañera
Un marido criminal.

    Petronila dió un grito
I una hija lo sintió,
La cual lijero corrió
A indagarse del delito.
Encontró al padre maldito
Mas feroz que un animal,
La joven, i mui formal
Hoi ha declarado ya;
El ultimó a mi mamá
Con un agudo puñal.

    La hija, aunque con temor
Muerta, no quería verla,
I trató de defenderla
Con enérjico valor.
I el pícaro malhechor
Sin pensar ninguna cosa,
En esa hora afrentosa
Diré hoi que se me ofrece;
Por celos, según parece
Mató a su querida esposa.

    Al fin, con mano atrevida
Se pegó según señales,
Tres puñaladas mortales
Sólo i se quitó la vida.
Si una persona entendida
Me dijera esto es mentira,
Pruebo de aquí hasta Palmira
Que es verdad lo que yo advierto,
I el que diga no es cierto
Desmiéntame con su lira.

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Horroroso salteo
En San Rafael – El dueño de casa muerto a balazos

    En San Rafael les cuento
Hubo un terrible salteo
Horrible, sanguíneo i feo
Que causó gran sentimiento,

    A un tal Juan de Dios Olave
Le tocó esta m[a]la suerte,
I recibió la cruel muerte
Como ya el lector lo sabe.
Le dieron un golpe grave
Que perdió el conocimiento;
Dos balazos al momento
Le hirieron el corazón,
I murió sin compasión
En San Rafael les cuento.

    Los bandidos con valor
Para formar la bolina,
Entraron a la cocina
Sin recelo i sin temor.
A un pobre trabajador
Hallaron, según me creo
Lo amarraron con deseo
I se fueron a la puerta,
La cual después que fue abierta
Hubo un terrible salteo.

    Olave sacó un puñal
De debajo de la almohada,
I al darles una estocada
Recibió el golpe mortal.
I ellos como infernal
Dieron principio al saqueo,
En medio de aquel rodeo
Después que lo victimaron;
Fue el crimen que ejecutaron
Horrible, sanguíneo i feo.

    La pobre mujer mirando
Con pena devoradora,
Veia en aquella hora
A su esposo agonizando.
Todo su cuerpo temblando
Estaba con sufrimiento;
I aquel hecho tan sangriento
Llena al mundo de horrores,
Han dicho los moradores
Que causó gran sentimiento.

    Al fin, después que robaron,
Los infames bandoleros,
Por no caer prisioneros
A los campos se largaron.
Cuanto había se llevaron
De la casa en aquel día
Permita Dios i María,
Sin hacer ningún alarde,
Que estos picaros mas tarde
Paguen su cruel picardía.

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