Dos plagas mas
EL VOLCAN CALBUCO I EL CAMBIO
TAN BAJO

  El volcan vomita fuego
En la noche i en el dia:
¡Ai, Jesús, Vírjen María,
Atiende este triste ruego!

  Señas del juicio final
Son las que ya se están viendo:
En todos, según lo entiendo,
Es la ruina en jeneral:
Contra el terrible mal
Habrá que ponerle luego,
I así vivirá en sosiego
La jente, según se opina,
I para aumentar la ruina
El volcan vomita fuego.

  El cambio a trece penique
Es otra plaga infernal,
Que no podrá serle igual
El Calbuco aunque se pique;
No digan que esto es palique,
Ni descaro i villanía:
Es sobre la carestía
Que reina con tal pelambre;
Mueren hoi los pobres de hambre
En la noche i en el dia.

  Yo me admiro del Gobierno,
Aunque tranquilo repose;
¿Por qué diablos no conoce
Que esto es un castigo eterno?
Pronto su boca el averno
Abrirá por tal orjía,
Viendo, pues, la tiranía
Que en Chile reina en sí mismo,
I ábrense las del abismo.
¡Ai, Jesús, Vírjen María!

  El volcan es un aviso
Para los hombres de ciencia
Que han perdido la conciencia
Por la plata de improviso;
Al pensar me aterrorizo.
I de mi patria reniego:
Ya que a la razon me allego
A nombre de la nacion,
¡Santo Dios de la mansion,
Atiende este triste ruego!

  Al fin, señores ¿por qué
Nos hacen tanto sufrir?
¿No piensan que han de morir,
Que tienen tan poca fé?
Despues les acordaré,
Para el año venidero;
Por si acaso ántes me muero
Daré a saber sin demora:
Para los ricos de ahora
Solo es el dios Don Dinero.

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Las grandes erupciones
VOLCANICAS DEL CALBUCO

  Grandes pérdidas ha habido
Por la cuestión del volcan:
Fuego pasa vomitando
Diariamente con afan.

  Los pobres agricultores
Que tenian sus sembrados,
Al verlos ya aterrados
Huyen de aquellos calores;
Con ayes aterradores
Claman i dicen: ¡Dios mio!
¿Por qué es tanto tu desvío
Con los mortales, te digo?
Este año como en castigo
Grandes pérdidas ha habido.

  La lava corre a torrentes
Por campos i poblaciones,
Porque de las erupciones
Brotan las aguas hirvientes.
Todos los aires calientes
En esa atmósfera están,
I aumentándose van
Cada vez mas, sin cesar.
Se ven los hombres llorar
Por la cuestion del volcan.

  Del peso de la ceniza
Los árboles corpulentos
Doblan sus ganchos, violentos,
Lijeramente, con prisa.
Al ver lo que se divisa
Es de quedarse pensando.
Todo lo iré detallando
Punto por punto en lo que hablo;
Que como boca del diablo
Fuego pasa vomitando.

  Varias veces a oscura
Queda el mundo, en mi entender,
I la jente para ver
Velas prende, se asegura;
Es tan grande la amargura,
Que al Hacedor clamarán;
¡Bueno si harto sufrirán!
Entre la angustia i el llanto
Dicen santo, santo, santo,
Diariamente con afan.

  Por último, en las fronteras
La jente no está tranquila,
I al presenciar horripila
Ver las montañas enteras
Trasformadas en hogueras
Ardiendo, aunque se hallan verdes;
Mas vale que no me acuerde
De aquel pánico feroz,
Ya que nos devuelve Dios
Todo lo que el pobre pierde.

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Horrorosa matanza en
Vichuquen
CUATRO MUERTOS EN EL SALTEO

  Al pueblo de Vichuquen
Fueren unos salteadores
A hacer un feroz salteo
Que asombró a los moradores.

  Tiembla la pluma en la mano
I palpita el corazon
Al ver el negro borron
Que cometió el mal cristiano.
Pero del Dios soberano
Castigo tendrá tambien;
I yo aquí diré deten
Por refrescar mis sentidos
I seguir a los bandidos
Al pueblo de Vichuquen.

  Donde un tal Fermin Araya
Fué la sangrienta matanza,
I al cielo pide venganza
La sangre que en tierra se halla.
Si la justicia no falla,
Hallarán los malhechores;
Que en clase de compradores
Llegaron, i nada falto;
A dar el terrible asalto
Fueron unos salteadores.

  Ellos dijeron que eran
Honrados i comerciantes,
Hombres buenos negociantes,
Para que así les creyeran;
Porque no los conocieran
Que tenian mal deseo,
Usaron de aquel empleo,
Pues para no ser pillados,
Iban los dos bien armados
A hacer un feroz salteo.

  Araya primeramente
Fué victima en esa vez,
I despues los otros tres
Murieron como inocente.
Cual sanguinaria serpiente
Eran los hombres, señores,
No atendiendo los clamores:
Sin Dios ni Santa María
Se hizo la carnicería
Que asombró a los moradores.

  Al fin, a mas que robaron
Hicieron lo que quisieron,
I mui tranquilos se fueron,
Porque a ninguno pillaron.
Solo con vida dejaron
A una anciana por temor;
Lo mas gracioso, lector,
En aquel combate crudo,
Fué que la ciega no pudo
Ver a ningún salteador.

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Versos de literatura

  Larguen, larguen sus corrientes
De la bella Vespertina,
Agua pura i cristalina,
Mares, arroyos i vertientes.

  Ruje el viento inesperado,
Brama el huracan furioso
Con el tiempo torrascoso,
Hácia en la cima elevado.
Aunque se halla encapotado
Recorre polos i fuentes
Por los prados eminentes
Deshaciendo el duro hielo,
I al derretirse el conjelo
Larguen, larguen sus corrientes

  Truena el rayo en la alta esfera
Movido por un resorte,
Corriendo de sur a norte
Entre una nube lijera.
En su rápida carrera
Cuando al oriente se inclina,
Vaporiza una neblina
Con el calor del zodiaco:
Se presenta el cuerpo opaco
De la bella Vespertina.

  Cuando el sol reverberea
Se fertiliza la planta,
Mas en su armonía tanta
Sobre la linea astrea;
Cuando su luz centellea,
La suave brisa camina
Pacifica i repentina
En nuestro conocimiento,
Nos da dias como elemento
Agua pura i cristalina.

  Es la primera rejion
Una capacidad estensa
Donde el agua se condensa
En aquella elevacion,
I con precipitacion
Cae despues a torrentes,
Todos los años frecuente
Entre las nubes se mecen
I a la tierra la humedecen
Mares, arroyos i vertientes

  Al fin, cuando el aire frio,
Refrescando la mañana,
Sopla i escarcha con gana
Al mas caudaloso rio,
De allí se forma el rocío
Esparciéndose en la faz;
Esto i dígase ademas
Sobre unos puntos tan sérios
Se encierra en quince misterios
El arco íris de paz.

ROSA ARANEDA
SAMA, 16-G

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Versos de una viuda
I UN TEMPLADO

  La viuda me mete susto,
Pero yo no quiero creerme:
Quiere a la fuerza venderme
Lo sobrado del difunto.

  Sucedióle a un anciano
Que se le ocurrió querer
A una tirana mujer.
I el amor le salió vano:
Tomaba siempre en la mano,
De la planta el primer fruto;
Ella por hacer su gusto
Hasta a mí me daba indicio;
Por ver si yo la acaricio,
La viuda me mete susto.

  También me pasó igual cosa
Con otra que yo tenía:
Me citó no sé qué dia
I faltó la veleidosa:
Haciéndose la graciosa
Se queda, i cuando se duerme,
Madruga para ir a verme;
Por ver si le doi dinero,
Me dice ella: lo quiero,
Pero yo no quiero creerme.

  De primeras, yo le dí
Varios pesos en billete
Porque andaba de prete,
Pero nada conseguí:
Todito lo que perdí
Se propuso devolverme
Con tal de que no le merme,
A fin que sea su esposo:
Un traste viejo, mohoso,
Quiere a la fuerza venderme.

  La prenda que yo deseaba
La manejaba esta ingrata:
Aunque yo le daba plata,
Ella no me la aflojaba;
De valde la acariciaba
Sin mermarle un solo punto;
Para cortar este asunto
De una i otra manera,
Le pedia que me diera
Lo sobrado del difunto.

  Al fin, yo de buena gana
Le habria hecho la cruza;
Pero la hallé tan confusa
Un dia por la mañana.
Como a la media semana
Me le presenté con prosa,
Atenté no sé que cosa
I lo encontré tan gordito
Cuando le agarré el trechito
Entre San Juan i Mendoza.

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Tercera parte
DE LAS POESIAS ESCRITAS EN
TIEMPO DE LA DICTADURA

  Cu[a]ndo la Escuadra llegó
A Quinteros, sin temor,
De susto aquí el Dictador
Casi se desmayó.

  Propuso desembarcar
Su ejército el bravo Canto,
Lo mismo que por encanto,
Para al déspota atacar.

  Cuando ya se halló en tierra
El gran coronel valiente,
Determinó con su jente
Emprender la cruda guerra.

  El caudaloso Aconcagua
Los quiso como atajar:
Pero al heróico nortino
No lo hizo atemorizar.

  Se lanzó al agua el soldado
Fiando en su buena suerte,
I sin temerle a la muerte
Lo cruzó al otro lado.

  Ponian por imposible
En su plano i en su trazo,
De vencer en campo raso
A Barbosa el terrible.

  Nueve mil quinientos hombres
Trajo Canto, en mi atribuyo,
Como con májico orgullo
Eran todos de renombre.

  Cuando ya se trabó el fuego
En el primer encontron
I se sentia resonar
El mortifero cañon,

  Alcérreca heróicamente
Mandó, a la primera seña,
A la división porteña
Romper el fuego de frente.

  Cuatro horas sin cesar
Hicieron fuego los rotos,
Formando gran alboroto
I así pudieron ganar.

  Se estendió en guerrilla
El bravo Constitucion
Para correr en union
Por parejo la varilla.

  Barbosa, por ser mas diablo,
Ya cuando se vió en apuro,
Mandó el parte a Balmaceda:
«Señor, es triunfo seguro».

       (Continuará)

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Versos humanos
DEL MORIBUNDO I LA MUERTE

  Muerte, si otra muerte hubiera
Con tal que me libertara,
Plata i oro le pagara
Porque a tí muerte te diera.

  En la cama agonizando
Cuando se halla el moribundo
En un letargo profundo
El plazo i hora esperando,
Su alma a Dios encomendando
De una i de otra manera,
Al verla entrar de afuera
Le dice en sus agonías,
Talvez no me llevarias,
Muerte, si otra muerte hubiera.

  Cayendo grave a la cama
De un ataque, de improviso
Siente en la mente un aviso
Que a juicio el Señor lo llama.
A su ánjel custodio clama
Mirándolo cara a cara;
Si acaso me acompañara
Del amargo sufrimiento,
Seria con él atento
Con tal que me libertara.

  Ya cuando está desahuciado
Por algún buen cirujano,
Pretende el que es buen cristiano
De morir bien confesado.
Pues estando preparado
Talvez ella acobardara;
Digo si se le turbara
Conmigo, estando en la faz,
Porque no volviese mas
Plata i oro le pagara

  Si porfía en llevarme
Yo le diré: no me voi,
Pues preparado no estoi,
Mas bien pudieras dejarme;
Si trata de amenazarme
Con su cara como fiera,
Siendo que sois traicionera,
Con tal de que me salvara,
A un químico yo buscara,
Por que a tí muerte te diera.

  Al fin, si acaso su porfía
Sigue la muerte porfiando
I alguna cáula buscando
Para darme la agonía,
A que no le gustaria
A ella, si fuera humana,
Que la justicia mundana,
Por soberbia i por altiva,
La dejase aquí cautiva
Todita una semana.

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Mas detalles
DEL DESRIELAMIENTO
I EL INCENDIO DE LOS CARROS

  Dia veintiuno de Abril,
El espreso caminaba:
Encontró el alojamiento
Donde jamas alojaba.

  Al pasar de Peña Blanca
Fué donde se fué de punta:
Digo al pueblo, si pregunta,
Con mi memoria tan franca,
No habrá quién le ponga tranca
En todo el ferrocarril:
No faltó uno entre mil
Que solo por afrentarlo,
Se propuso de atajarlo
Dia veintiuno de Abril.

  Al entrar al terraplen
Velozmente caminando,
Sin saber cómo ni cuándo,
¡Cataplum, abajo el tren!
Perdio el paso i el vaiven
Por lo lijero que andaba.
Esto a mí me desconfiaba,
Dijo un pasajero al fallo,
Porque mas veloz que el rayo
El espreso caminaba.

  Grande fué la confusion
Al sentir decir ¡incendio!
I yo de todo un compendio
Les doi en la narracion.
Con cuidado i atencion
Voi a principiar el cuento:
Os diré que mui violento,
I atestiguo con la jente,
Iba errando de repente,
Encontró el alojamiento.

  Ardiendo todo el convoi,
Grandes llamas alumbraron,
I las cenizas quedaron
Visibles hasta el dia de hoi.
Yo esta noticia le doi
Al que a mí me preguntaba,
Dijo un futre que escapaba,
Con tal que nadie me roche.
Trató quedarse esa noche
Donde jamas alojaba.

  Por fin, la Rios clamaba
Que le librasen su hijita:
Gritaba la pobrecita,
Pero nadie la amparaba:
Entre el fuego espiraba
Como mártir la señora;
En aquella horrenda hora
Como impulsada con arte,
La cubrió de parte en parte
La llama devoradora.

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Gran desrielamiento
del espreso entre Peña-
blanca y Quilpué.
MUERTOS I HERIDOS

  Un atroz desrielamiento
Hubo entre el puerto i Santiago:
Cansó un terrible estrago
Que horroriza el pensamiento.

  Yendo el espreso de viaje,
Al llegar hácia Quilpué,
En un terraplen diré,
Se dió vuelta cual celaje.
Los que pagaban pasaje
En primera, en rico asiento,
En ese fatal momento,
Sin saber los pormenores,
Iban a tener, señores,
Un atroz desrielamiento.

  Salió a las seis de la tarde
En marcha a Valparaiso,
I tuvo como preciso
El atraso el mas cobarde,
Sin hacer ningún alarde
La esplicacion les hago;
No digan que esto es amago,
Ni pongan por imposible
Que el siniestro mas horrible
Hubo entre el puerto i Santiago.

  Tristeza me da decir
I de contar me horrorizo.
Cuando se oyó de improviso:
¡Ai, que vamos a morir!
Mas bien para no mentir
Yo, cuando el trasporte pago,
No subo con mucho halago.
Le digo aquí del suceso:
Tocante lo del espreso,
Causó un terrible estrago.

  Despues de que ya cayeron,
Para aumentar mas la ruina,
Solo con la parafina
Ocho carros se prendieron.
No sé los que allí murieron,
Por eso es que no les cuento.
Hasta aquí yo no les miento
En lo que les cuento yo:
Dicen de lo que se vió
Que horroriza el pensamiento.

  Al fin, despues de quemados,
Decirlo es evidente,
Hallaron últimamente
Dos cuerpos carbonizados:
En tan miserable estado
Las infelices estaban,
I los que allí presenciaban
Tan pronto que las sacaron,
De verlas como quedaron
Todos se aterrorizaban.

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Reflexiones filosóficas
DE UN PECADOR

  No hai que estar confiado
En las glorias del vivir,
Porque se puede morir
El dia ménos pensado.

  Al hombre que se confiesa
Dios le da sociego i calma,
Porque conserva su alma
En la mas pura limpieza.
Es un signo de nobleza
Si se muere sin pecado,
Entra al tribunal sagrado
Con el alma arrepentida,
Pero siempre én esta vida
No hai que estar confiado.

  Otros hai que con rezar
Dicen la gloria gané
por no hacerlo con fe
Se han sabido condenar.
I yo al ponerme a pensar
Aquí les voi advertir,
Pues no es dable presumir,
Diré a los obstinados
No pasen encenegados
En las glorias del vivir.

  Por la iglesia el buen cristiano
Olvida su propia casa,
Pero con su lengua crasa
Pelando al jénero humano.
La beata que temprano
Se viste para salir
Hácia el convento a dormir
Va i comete obras impías;
No lo haga todos los dias
Porque se puede morir.

  Si alguno que por recelo
A la relijion no adora,
Llegándosele la hora
Se muere i sube al cielo.
Sale triste, sin consuelo,
Para donde es destinado;
Despues que va es juzgado
Su ánjel en el oratorio
Lo saca del purgatorio
El dia ménos pensado.

  Por fin, digo aunque es estraño:
El que se quiera salvar
Fijese para pisar
Que este mundo es un engaño.
La oveja que del rebaño
Se aparta o se desenreda
Lo único que le queda
Es volver a su morada,
Lei infinita i sagrada
Para orar lo que mas pueda.

ROSA ARANEDA
CALLE DE SAMA. NÚMERO 16-G

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