Nuevo verso
A LAS VENDEDORAS QUE VENDEN
ADENTRO DE LA ESTACION DE
TALCA.

  De nuevo sigo el asunto
A las tales vendedoras,
Son las que me miran mal
Dos hombres i tres señoras.

  Mi sentido me propuso
A mí, sin ser mequetrefe,
De que le pregunte al Jefe
Por qué permite ese abuso;
Aunque me tratan de intruso
En mi verso les pregunto,
Para ver si acaso apunto
Les brindo este regalo;
Por correjir lo que es malo
De nuevo sigo el asunto.

  Yo defiendo mi derecho
Con justísima razon,
I les doi un aplaston
En este verso que he hecho;
Me presento pecho a pecho
Hablándoles de hora en horas,
Con mis manos revisoras
Miéntras exista en la faz;
Nunca las dejaré en paz
A las tales vendedoras.

  Lector, la Cármen Monera
Con la Pabla la chonchona,
Me critica esa rabona
Con su boca de Pantera;
Mejor que esta bochinchera
No fuera tan animal,
Si las hecho a un corral
I les meneo el revenque,
Con la Rosa la Petrenque
Son las que me miran mal.

  Alias el sable Miguel,
También entra a la cuadrilla,
Lector con una trahilla
Bien amarra ese lebrel;
Su nombre va en el papel
Con las otras peladoras,
Malas lenguas i habladoras;
Ruines, caras de estropajo,
Me quieren hechar abajo
Dos hombres i tres señoras.

  Por último, es el portero
Quien tambien ha hablar se mete,
Por sobre nombre, alcahuete
Tiene el viejo pordiosero;
Sin que me blinde en acero
Las voi a ir reprendiendo,
Porque no se queden riendo
Digo al público, i repito,
Con este i otro versito
Les va a quedar descociendo.

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Carta de dos reos
CONDENADOS A MUERTE EN VAL-
PARAISO, AL VICE-CÓNSUL DE
ITALIA, SOLICITANDO EL PER-
DON.

  De mi triste calabozo
Con rendido corazon,
Le suplico a usted señor
Que nos consiga el perdon.

  Viendo ya que el tribunal
Ha firmado la sentencia,
Sin piedad i sin clemencia
De la pena capital;
Pagaremos nuestro mal
En el banquillo afrentoso,
Con pena, triste i lloroso,
Por ver si es caritativo;
Le escribo estando cautivo
De mi triste calabozo.

  Verdad es que lo asesinamos
No lo podemos negar,
I ántes que al banco marchar
Misericordia imploramos;
A su merced le rogamos
De esta oscura prision,
Que nos tenga compasion
Aunque no hai con que pagarle;
No ceso de suplicarle
Con rendido corazon.

  Ten piedad de este cristiano
Te pido con mucha pena,
Mira que la hora suena
Del plazo que está cercano;
En el cadalzo inhumano
Pagaré el crímen ¡qué horror!
Con ansia angustia i dolor;
Le hablo con mi alma aflijida
Que nos liberte la vida
Le suplico a usted señor.

  Usted como caballero
Pida al Consejo de Estado,
Que seamos indultado
I quedemos prisioneros;
Por años mas bien prefiero
Pagar mis causas, que son:
Para la historia un borron
Crimenes los mas sangrientos;
I esperamos por momentos
Que nos consiga el perdon.

  Al fin, Cubillos i Alfaro
Al saber su triste suerte,
Piden ántes de su muerte
Al Vice-Cónsul amparo;
Les está costando caro
Agarrar la plata ajena,
Hoi el grillo i la cadena
Los oprime por parejo;
I espero yo que el Consejo
Les indultará la pena.

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Contrapunto
DE DOS RAZONES ENTRE UN GUAR-
DIAN I UN HUASO.

  H.—Mira paco porotero
¿Por qué a mí me llevas preso?
G.—Por torpe, canalla i leso,
Por flojo, vago i ratero.
H.—Yo soi noble i caballero,
Fijate bien policial,
G.—Pareces municipal
De los cerrillos de Teno:
H.—Sea usted un poco mas bueno,
I no me esté haciendo mal.

  G.—Oye roto tirillento,
¿Por qué me tratas de paco?.
H.—Te trato yo por bellaco
I andas como perro hambriento,
G. Hombre sin conocimiento:
No soi paco, soi guardian.
H.—Catanero charlatan,
Eres no mas que un bolsero.
G.—Calla tu boca trapero
Que te atraco un catatan.

H. Vea, eñor policial,
No me asusta con su sable.
G.—Ni por mas claro que te hable
Entiende, huaso animal,
H.—I vos sois un tal por cual
Vagabundo, mata perro,
G.—Voi a colgarte un cencerro
De la jeta sin enojo,
H.—Errando te saco un ojo
Toro bajado del cerro.

G.—De donde es este carajo
Que me forma la bolina,
H.—Pasarás para la tina
Si acaso te doi el bajo.
G.—Vé que traza de estropajo
Que me quiere reprender,
H.—No es por darte a saber
I enseñarte la razón,
G.—Pero sin ser criticon
Cómo me puedes vencer.

H.—Tiempo hacia que yo estaba
Por seguirte contrapunto,
G.—Si te venzo en este asunto
La jente te hará la pava;
H.—De balde amigo se alaba
I profana de cantor,
G.—Pero contigo mejor
Es menester que no cante,
H.—Cómo quieres que te aguante
Leso, torpe i sin honor.

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La niña
QUE SE QUITÓ LA VIDA PORQUE
LA DEJÓ SU QUERIDO I SE CASÓ
CON OTRA EN OVALLE.

  Una jóven buena moza
I de amoroso semblante
Sola se quitó la vida
Porque la dejó su amante.

  Hacía un año que estaba
Viviendo en su compañía,
El marchante la queria
I bastante la cuidaba;
Siempre a pasear la sacaba
Arreglada i bien lujosa,
Le fué la vida enfadosa
Siendo elegante i decente,
Se victimó de repente
Una jóven buena moza.

  Por causa de una vecina
La traicionó su adorado,
I dejó su honor burlado
En una completa ruina;
Un dia se determina
Buscar al hombre inconstante
Sin perder un solo instante
Con una rabia venática.
Era la chica simpática
I de amoroso semblante.

  La infeliz Margarita
Viendo que el jóven la deja,
I sin darle una queja
Lloraba la pobrecita;
Un dia estando solita
Propuso hacer su partida,
Porque al verse aborrecida
De aquel que la estaba amando
Para no vivir penando
Sola se quitó la vida.

  Tanto seria el sentir,
La pena, la angustia, el llanto,
Que intentó con ataranto
Mas bien dejar de existir;
Odioso le fué el vivir
A ella aunque era elegante,
Con un tormento incesante,
Pensando en su mala suerte
Pasó, hasta que se dió muerte
Porque la dejó su amante.

  Por último, no es culpado
Él segan mi parecer,
Porque ella siendo mujer
No se buscó otro adorado
Que le fuera de su agrado
Mas bueno i bien pagador,
I le brindase su amor
Con cariños esquisitos;
Pero hoi los jovencitos
Imitan al picaflor.

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Versos de los milagros
I DE LA MUERTE
DE SAN SEBASTIAN

  Un valiente capitan
Fué del imperio romano,
En tiempo de Diocleciano,
El glorioso Sebastian.

  San Cayo con humildad
Lo nombró, con gran primor,
De la Iglesia defensor
Por su mucha santidad.
Se esparció esta novedad
En el imperio, verán,
Con trabajo i mucho afan,
Sin la menor eficacia.
Alcanzó a ser por su gracia
Un valiente capitan.

  Viéndolo sostenedor
De la Iglesia al varon santo,
Causando terror i espanto
Se irritó el emperador.
Al pronto Nuestro Señor
Con su poder soberano,
Protejió al buen cristiano
Dándole la paz i el gozo;
Por eso el mas virtüoso
Fue del imperio romano.

  Lo hizo azotar el cruel
Bárbaramente, os diré:
De esta manera se ve
En su imájen de Yumbel.
I una señora mui fiel
Lo curó con diestra mano,
Hasta que lo dejó sano
Sin tener ninguna herida:
Hizo este milagro en vida
En tiempo de Diocleciano.

  Despues de la enfermedad
Que él sufrió involuntario,
Se le presentó al contrario
I le enrostró su impiedad.
La razon de esta verdad,
Lean i la encontrarán.
Mil quinientos años van
I sesenta i ocho mas
Que dejó la triste faz
El glorioso Sebastian.

  Al fin, el veinte de enero
Del tresciento ochenta i seis
Murió, como aquí vereis,
Por un hombre injusticiero.
Se supo en el mundo entero
La pérdida del varon,
I Dios con justa razon,
Para su eterna memoria,
Creo lo llevó a la gloria
Por su digno corazon.

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NUMERO O
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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Verso
DE LA CREACION DEL MUNDO

  En un jardin deleitoso
Hai una princesa bella:
Viven i corren por ella
Cuatro galanes hermosos.

  Cuando el Supremo Hacedor
Descendió a formar el mundo,
Aquel Autor sin segundo
Todo lo hizo con primor.
Le dió a los campos verdor
Porque él es el poderoso;
I para paz i reposo,
Sin que se viera confuso,
Al hombre formó i lo puso
En un jardin deleitoso.

  Aves hizo i animales
De la tierra el Uno i Trino,
El arroyo cristalino,
Los lagos i manantiales;
Formó los mas principales,
Marchando en segura huella,
Sin dar la menor querella,
Sobre el terreno macizo.
En medio del Paraiso
Hai una princesa bella.

  Arboles hizo frutales
I árboles que no dan fruto.
Con su poder absoluto,
Según dicen los anales.
En verdades esenciales
Su providencia destella:
Con su mano firma i sella
La gran obra de la faz.
Sin que se acaben jamas,
Viven i corren por ella.

  Hizo, pues, los elementos
El gran Autor soberano,
Todos con su propia mano,
Que nos sirven de sustento:
I puso como ornamento
A los astros tan brillosos.
En los prados deliciosos
De las vaporosas fuentes,
Salen a hacer sus corrientes
Cuatro galanes hermosos.

  Al fin diré cuáles son
Los nombres de los varones:
Unos, según mis versiones,
Son Ufrate i Epison;
Los otros, Tigre i Jeon,
Suman los cuatro cabales
Que conocen los mortales
En su estension i larguras:
Riegan con sus aguas puras
Varios pueblos orientales.

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La conformidad
I LA VOLUNTAD PARA CON DIOS
VERSO A LO DIVINO

  Yo no siento de morir
Porque el morir no es afrenta;
Lo mas que a mí me atormenta
Es el dejar de existir.

  Tener la conformidad
Con Dios, es suma nobleza:
¿Dónde habrá mayor grandeza
Que conocer la verdad?
A donde su Majestad
Todos debemos de ir
Eternamente a vivir
Con la Víctima espiatoria:
Entrando a la santa gloria
Yo no siento de morir.

  Dijo el divino Jesus:
Cristiano, si conocí,
Quien quiera seguirme a mí
Tendrá que cargar mi cruz.
A dar la divina luz
El santo ánjel se presenta;
Cuando yo rinda la cuenta
Donde nuestro Salvador,
No me queda ni un dolor,
Porque el morir no es afrenta.

  Cuando se halla el moribundo
El plazo i hora esperando,
En Dios lo pasa pensando
I no en las glorias del mundo;
Con un sentir tan profundo
Triste llora i se lamenta;
Mira, i dice con ostenta,
Habiéndose arrepentido:
Si seré salvo o perdido,
Lo mas que a mí me atormenta.

  No hai mas que conformarse
Con la voluntad de Dios:
Comete un pecado atroz
Quien de Él llega a quejarse;
Por cierto hai que humillarse
Para poder conseguir
La salvación, es decir,
En el critico momento:
Lo que me da sentimiento
Es el dejar de existir.

  Al fin, si uno se condena,
Pedirá el perdon a grito;
Si se muere con delito
Será mas doble la pena:
De fuego una cadena
Le ha de cubrir todo el pecho,
Porque con justo derecho
Se castiga al delincuente;
Lo que hace el Omnipotente,
Sea malo, está bien hecho.

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La esperanza del pobre
MANTIENE, PERO NO ENGORDA

  Pregunto a los congresales
Por la plata i por el oro;
Ellos me contestarán:
Está mui pobre el tesoro.

  Dos años hacen, señores,
Que estamos con la esperanza
De ver la patria en bonanza
I que calmen los clamores;
Los pobres trabajadores
Sufren todos estos males,
Porque ya ni cuatro reales
Vale hoi nuestro papel
I por qué está el tiempo cruel
Pregunto a los congresales.

  Suben las contribuciones
Por cuestion de los curiales,
Pero en las arcas fiscales
Cunden poco los millones;
Se oyen las lamentaciones.
El quejido con el lloro;
Hoi que a la fortuna imploro
Al pasito imajinando,
Les voi a ir preguntando
Por la plata i por el oro.

  Don Jorje, de poco a poco
Quiere ir dejando reserva,
Pero hai una gran caterva
Que me lo trata de loco;
Si con mi pluma los toco
Talvez se me enojarán:
Con el malvado refran
Me han de decir sin demora:
No seas tan habladora,
Ellos me contestarán.

  Si yo fuera el Presidente,
Aunque la suerte esté ingrata,
Haria correr la plata
Por las calles a torrente;
Entónces toda la jente
Dirá hoi dia sí mejoro;
Pero ese malvado loro,
Les digo aquí sin mentir,
Se desquita con decir:
Está mui pobre el tesoro.

  Por último, prometieron
Los vencedores de Iquique,
Subir a treinta penique
El cambio, i no cumplieron.
Cuando en el poder se vieron
I dueños de la Moneda,
Al entrar en la vereda
Dicen estos caballeros,
Que se llevó los dineros
El finado Balmaceda.

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Fusilamiento del reo
JUAN RUIZ, EN RANCAGUA
ES PUESTO EN EL BANCO

  Luego que al banco llegó,
Se vió al reo mui penoso:
En el cadalso afrentoso
Ya con la vida pagó.

  Tristeza es ver al mortal
De la suerte maldecido,
Contrito i arrepentido
En el momento fatal;
¿Dónde habrá tormento igual?
Aquí les pregunto yo;
Nadie me dirá que nó;
I por ganarse la palma
A Dios encomendó su alma
Luego que al banco llegó.

  Con humilde corazon
Iba a cumplir su destino,
Clamándole al Unitrino
Que le diera su perdon:
Como divino patron
Celestial i bondadoso,
A tu presencia con gozo
Iré porque estoi dispuesto;
I pensando todo esto
Se vió al reo mui penoso.

  Triste i descorazonado
Llega al lugar del suplicio
En completo i sano juicio,
Corrido i avergonzado
De verse que acriminado
Es por un hecho horroroso;
I sin remedio, forzoso,
Si su estrella lo abandona,
Pagará con su persona
En el cadalso afrentoso.

  Se sienta sin ni un temor
En el patíbulo, ufano
Porque mira que en su mano
Llevaba a nuestro Señor;
Pidiéndole con fervor
Contra el pecho lo atracó;
Despues que un beso le dió,
Dijo el pueblo, entre impasible:
El asesino temible
Ya con la vida pagó.

  Por fin, con mucha emocion
Al piquete le decía:
Que fijen la puntería
Medio a medio al corazon;
Se oyó la detonacion
De la descarga que se hizo,
Porque era justo i preciso,
I su alma con eficacia,
Al darle el tiro de gracia,
Voló al cielo de improviso.

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El reo Juan Ruiz
MARCHANDO AL BANCO

  Juan Ruiz, el gran criminal,
Con su existencia pagó:
Autor de su muerte fué
El crímen que cometió.

  Al fundo La Candelaria,
Causa de su mala suerte,
Fué de aquí, e hizo la muerte,
Que es una accion temeraria.
Por su vida estrafalaria
Marchó a la senda del mal.
De la pena capital.
Con acompasado tranco,
Llegó i se sentó al banco
Juan Ruiz, el gran criminal.

  Por la justicia chilena,
Despues de que le probaron,
Los cosejeros negaron
El indulto de la pena.
Al reo en aquella escena
Tristeza mucha le dió;
Cuando ya se le anunció,
A desecharla hizo esfuerzo.
El hechor malo i perverso
Con su existencia pagó.

  Le firmaron la sentencia
Relacionada a su crimen,
Porque fuerte los oprimen
Nuestras leyes sin clemencia.
La divina providencia
Lo ha de salvar, os diré,
Como claro bien se ve,
Les digo con sentimiento:
Que su mismo pensamienco
Autor de su muerte fué

  Pensando en su abatimiento
No ser un buen ciudadano,
Dirá hoi: por mal cristiano,
Voi a dar mi último aliento.
Con mas de pensares ciento
A morir se preparó:
Su alma a Dios encomendó
Para cumplir su destino:
Pagó en el cadalso indino
El crímen que cometió.

  Al fin, llegó sin parar
Hácia el banquillo, marchando,
Que allí lo estaba aguardando
Con un precioso manjar:
De balas, en mi pensar,
Era el que se le tenía
En aquel horrendo dia;
Viendo el momento funesto,
Estaba el reo dispuesto
A dar su última agonía.

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