Versos
DEDICADOS A UNAS NIÑAS QUE LAS
LLAMAN LAS BARATAS EN SAN
FELIPE

  A unas tales baratas
Les dedico este versito,
Que el público me lo pide
Porque cometen delito.

  Son niñas que tienen fama
En el valle de Aconcagua.
Porque corren mas que el agua
Si de un canal se derrama
Hoi que la atencion me llama
Las tomaré de las patas,
Porque se parecen ratas
Cuando llega la oracion.
Les doi esta reprension
A unas tales baratas.

  Bastante suelen ganar
Por la noche en su trabajo;
Si les toca algún destajo
Jamas lo dejan volar;
Allí entra sin cosar,
El de leva i el rotito,
Aunque sea pobrecito
Llevando plata hai tiradas;
Porque son cartas rejuadas
Les dedico este versito.

  Manejan a la viejita
De alcahueta, me han contado,
I cuando entra un templado
Ella se hace la lesita;
Sale pronto agachadita
Para afuera yo la vide.
I la deja que se anide
A la hija con algún lacho;
I que les raspe el cacho,
El público me lo pide.

  El que entra con dinero
De ahí sale sin ni un cobre;
Rabiando de verse pobre
Sin paletó i sin sombrero;
Hai muchos que hasta el colero
Les han robado repito;
Piden corrección a grito
Dicen los espectadores,
Esas mujeres señores
Porque cometen delito.

  Al fin, señor comandante
Mande usted unos policiales,
Si quiere evitar los males
Desde hoi en adelante.
Es bueno que eso no aguante.
Porque al pueblo escandaliza.
Debe de marchar con prisa
I castigue la maldad;
En todita la ciudad
No deje ni una chusquisa.

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Un tenorio místico
UN PARROCO QUE FORZÓ UNA NIÑA
DE DOCE AÑOS

  Un párroco, mis lectores,
Cometió la picardía
Dentro de la sacristía,
Que asombró a los moradores.

  La victima del curita
Es niñita de doce años,
Que él con embustes i engaños
Sedujo a la pobrecita;
Por su lujuria maldita
Es peor que los pecadores;
Si critico los errores,
No se impaciente el prelado;
Porque se halla acriminado
Un párroco mis lectores.

  Llegó a la casa el tenorio
Como un humilde pastor;
Parece por el amor
Desertor del purgatorio;
La mamá, es mui notorio,
Que no se imajinaria
Lo que aquel hombre quería
De su hija, en lo que cuento:
Cuando la llevó al convento
Cometió la picardía.

  En la iglesia una tal Rosa
Servia de camarera,
Del curita a la lijera
Le alcahuetió la mañosa;
Sabia mui bien la cosa
Lo que su patron hacia;
No hai duda le pagaria
A fin de que no contara,
Cuando el hecho ejecutara,
Dentro de la sacristía.

  La Lei el suceso pinta
Todo mui bien detallado;
I el mismo diario ha contado
Que la niña se halla en cinta;
Yo con la pluma i la tinta
Detallo sus pormenores;
Corrompido de los peores
Es el padre mencionado,
Todos me han asegurado
Que asombró a los moradores.

  Al fin, la madre al saber
Lo acusó criminalmente,
Para que vea el creyente
I otra no vaya a caer.
Preciso es mirar i ver
I no andar con ataranto;
Yo lo malo no lo aguanto
Por eso hoi lo doi a luz;
Sin decirles chus ni mus,
De las cosas no me espanto.

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Crímen horrendo
EN LA CALLE DE MARURI.—EL
MARIDO QUE LE PEGÓ DIEZ PU-
ÑALADAS A LA MUJER, POR
CELOS.

  El marido a la mujer,
Como cualquier criminal,
Diez puñaladas le dió
Con un cortante puñal.

  Vivia tranquilamente
Ella con su fiel esposo,
I disfrutaba del gozo
Sin dar que hablar a la jente.
Quiso el diablo de repente
Tentarla, según mi ver,
Lo principió a aborrecer.
I un gran odio le tomó;
Por eso es que le zurró
El marido a la mujer.

  La victima es Fidelisa
I el victimario es Hilario,
Hombre infame, temerario,
Que andaba hasta sin camisa;
Yo al leer solté la risa
I despues quedé formal;
Pensando en el hecho tal
La mente se me turbó,
I digo que él se portó
Como cualquier criminal.

  La causa es una vecina,
Vieja infame i mui coqueta;
Que no hai donde no se meta
Siempre, formando bolina;
Ella le buscó la ruina
A la Iglesias, bien se yo,
A mas que la aconsejó
Le hizo olvidar sus anhelos;
I él, noblemente por celos,
Diez puñaladas le dió.

  La tal persona aludida
Con entrañas de demonio,
Descompuso al matrimonio,
Porque es una corrompida;
Con cuentos pasa su vida
Aquel satan infernal;
I el viejo como animal
Para salir del empacho,
Tajadas le dió borracho,
Con un cortante puñal.

  Al fin, el pobre viejito
Ya estará en la policía,
Pagando su picardía
O mas bien dicho delito;
La herida, digo i repito,
A todos en jeneral:
Se encuentra en el hospital
En la sala de Dolores,
Echando al aire clamores
Con ayes mas natural.

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Reclamo de los obreros
I GAÑANES I DEL CENTRO CO-
MERCIAL AL PRESIDENTE PARA
QUE HAGA SUBIR EL CAMBIO.

  ¿Por qué causa, señor Montt
Siendo usted gran personaje
Ha hecho que el cambio baje
Para empeorar la nacion?

  Usted, porque está en la buena
I gana doble salario,
Tiene al pobre operario
Como con una cadena.
Todos los pueblos de pena
Claman con justa razon,
Yo, en la misma opinion
Lo digo, i es natural.
Se está portando mal
¿Por qué causa, señor Montt?

  Todas las cosas estan
Caras en el estranjero;
Por la s del dinero
Marchando al abismo van;
I los hombres de gaban
Nacidos de buen linaje
Se pasean en carruaje
I os diré aunque horripile,
No proteje a nuestro Chile
Siendo usted gran personaje.

  Este pueblo en su apojeo
Vein en este compendio
En cada esquina un incendio
En cada cuadra un salteo.
Sucumbe, según me creo.
Por la cuestión del pillaje,
Pero es bueno que usted ataje
I gobierne bien el eje;
Usted, siendo el primer jefe
Ha hecho que el cambio baje.

Los pobres agricultores
I la industria comercial
A la Vírjen celestial,
Claman con tristes clamor
Pero los grandes señores
No les tienen compasion;
En su terrible afliccion,
Digo, al dar vuelta la rueda
Aumenta el papel moneda
Para empeorar la nacion.

  Al fin, el cambio mas
I no quiere mejorar;
De a poco habrá que juntar
Plata para la mortaja.
Si el comprador no se ataja
Aquí en estas cosas tales,
Los negocios principales
Robando estan en exceso
Porque lo que importa un peso
Hoi le piden veinte reales.

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NÚMERO 9
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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Una reprension
A LAS MUJERES QUE AMAN
HOMBRES CASADOS

  La mujer que tiene amores
Con algún hombre casado,
Sufre bochorno i vergüenza
El dia ménos pensado.

  Toda mujer, hoi en dia
Lachando se contornea,
Por mui honrada que sea
Le brilla la picardía.
Con descaro i villanía
Se entrega a los amadores;
Disfrutando de las flores,
Dijo el el mismo San Antonio,
Que es igual al demonio
La mujer que tiene amores.

  En la viuda, mayormente
Amar es escandaloso:
Si el querido es amoroso
Lo quiere, aunque hable la jente,
Yo no hallo que es prudente
Porque esto es mui reparado.
Aunque moralizado
Está, i si no escampa,
Cualquiera cae a la trampa
Con algún hombre casado.

  Yo no me admiro del mundo
Sino de los habitantes.
Esos que llaman amantes
Que quieren por un segundo;
Claro hablo, i bien me fundo
Dando esplicación estensa,
Que aquella que a amar comienza
Con gran pasion halagüeña,
Si el que adora tiene dueña
Sufre bochorno i vergüenza.

  Llega la propia señora
Con furor involuntario,
A vista del vecindario
Le dice descasadora;
Gorrera infame, traidora,
I vos, hombre descarado,
Qué haces aquí encerrado,
Fijate que no es tu casa,
Vas a ver lo que te pasa
El dia ménos pensado.

  Al fin, lo que yo refiero
Son hechos bien comprobados.
¿Por qué admiten los casados
Habiendo tanto soltero?
Casi en el mundo entero
Esto se ha dejado ver,
Dijo el mismo Lucifer.
Con tal que nadie se asombre,
No tiene la culpa el hombre
Quien la tiene, es la mujer.

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El reo en el banco

  ¡Qué tristeza no dará
Ver en el banco un cristiano,
Contrito i arrepentido
Pensando en el Soberano!

  Con pena i abatimiento,
Sumerjida en mi dolor,
Voi a contarte lector
Un triste fusilamiento.
Pido a Dios que es un portento
Por su infinita bondad,
Lo admita en la eternidad
Al que su clemencia implora;
Cuando se llegue la hora
¡Qué tristeza no dará!

  Llegando el fatal momento
Se conmoverán los séres
Hombres, niños i mujeres
Llorarán de sentimiento.
El reo con paso lento
Por la mañana temprano;
A las ocho A. meridiano,
Al ver que la hora suena,
Todo el mundo tendrá pena
Ver en el banco un cristiano.

  El reo por la mañana
A morir se preparó;
Los auxilios recibió
De la relijion cristiana.
Desde esa hora temprana
Se notó mui aflijido;
En un pesar sumerjido
Ya no pensaba vivir,
I se preparó a morir
Contrito i arrepentido.

  Remijio Aburto es
El que van a fusilar,
Porque sirva de ejemplar
Lectores, en esta vez.
Yo con ningún interes
Bendigo al buen ciudadano
Con pulso i trémula mano
Por cumplirles el deseo;
Muere en el banquillo el reo
Pensando en el Soberano.

  Al fin, con triste afliccion
Pido al pueblo en este dia,
Rueguen a Dios i María
Que le den la salvacion
De la celestial mansion,
Por su infinita virtud.
Los Santos, con prontitud,
Creo que lo han de amparar;
I que sirva de ejemplar
A toda la juventud.

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Ejecucion del reo
ARSENIO REMIJIO ABURTO

  Arsenio Remijio Aburto
Al cadalso es conducido,
I en el banquillo se sienta
Contrito i enternecido.

  Por los guardias custodiado
De la capilla salió
El reo, i se encaminó
Penoso i acongojado;
Al banco del acusado
Marcha, pero no por hurto.
I este verso yo lo surto
Con palabras de sentir,
Porque ya se va a morir
Arsenio Remijio Aburto,

  De grillos lleva el hechor
Una mui pesada barra;
Es lo que mi pluma narra
Con enérjico valor,
No da indicio el que menor
De que vaya arrepentido;
En su rostro decaido
Solo la rabia se nota,
I en esta actitud de idiota
Al cadalso es conducido.

  Los padres que van con él
Lo van exhortando, pero
El asesino altanero
Cuya alma empapada en hiel
Lo conducen siempre fiel
A su instinto que sustenta;
Llegó con su marcha lenta,
Por fin, aquel criminal
A su término fatal
I en el banquillo se sienta.

  Ya sentado el delincuente,
De su rencor se despoja,
Su semblante se acongoja
I esclama: muero al presente;
Agregó: a toda esta jente,
Que a ver mi muerte ha venido
Que me perdone le pido
Ya que mi fin va a llegar.
Dicho esto quiso llorar
Contrito i enternecido.

  Al fin, cuando se sentó
En el banco el desgraciado,
Se atracó un piquete armado
I al corazon le apuntó:
I con esto concluyó
Tan horripilante escena.
Que viva la lei chilena,
Que vivan sus majistrados;
Que hunden a los malvados
Que atentan la vida ajena.

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Se lamenta el reo
EN CAPILLA

  Ya estoi puesto en capilla,
¡Ai Dios qué será mí!
Voi a pagar con la vida
El crímen que cometí.

  Desde hoi dia pensaré,
En la relijion cristiana,
I a la Vírjen Soberana
A ella me encomendaré.
Con humillación i fé,
Mi conciencia pura brilla,
Como una alma que se humilla
A presencia del Señor;
Para morir con honor
Ya estoi puesto en capilla.

  Varios dias he de estar
Penoso i atribulado,
Confesando mi pecado
Para poderme salvar.
I despues me han de sacar,
Al banquillo desde aquí
Tan pronto que llegue allí
Será confuso el lamento,
En ese fatal momento
¡Ai Dios qué será de mí!

  Recibiré por primero,
Al Dios justo i tan amado,
Cuando ya esté confesado
Les daré mi adios postrero.
Pensando en el Verdadero,
Emprenderé mi partida,
Con mi alma triste, aflijida,
Diré al llegar al suplicio:
Lo que hice en sano juicio
Voi a pagar con la vida.

  Cuando ya vaya marchando
Solo a cumplir mi destino,
Iré por todo el camino
A cada paso llorando.
La hora se va acercando,
Ya la esperanza perdí;
Tarde es cuando conocí,
I jamas podré escapar
Porque pronto he de pagar,
El crimen que cometí.

  Al fin, cuando sin consuelo,
Al banco vaya llegando,
Solo me iré encomendando
A la Vírjen del Carmelo.
Sin tener ningún recelo,
Con el ánimo sereno
Me despido del terreno
Para ser afusilado;
Muero en el banco sentado
Como valiente chileno.

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Las dos cartas que escribió
EL REO ABURTO DESPIDIÉNDOSE
DE SUS COMPAÑEROS DE ARMAS

  Dos cartas hizo escribir
Con mucho arrepentimiento,
Triste i con abatimiento
Se principió a despedir.

  En una de ellas pedia
A todos sus compañeros,
Que en los momentos postreros
Lo encomienden a María;
Pronto será mi agonía
Porque ya voi a partir
A la eternidad, es decir,
Es cosa que lo han de ver,
I ántes que el viaje emprender,
Dos cartas hizo escribir.

  La otra esquelita fué
Dedicada al comandante,
Pidiéndole suplicante,
Que lo perdone con fé.
Señor, desde hoi seré
Su servidor mui atento;
En este infeliz momento
Con mi corazon herido,
Que me perdone le pido.
Con mucho arrepentimiento.

  Lector, las dos cartas son
Muis tristes en mi pensar,
I capaz que hagan llorar
Al mas duro corazon.
En ellas pide perdon
Al pueblo con sentimiento,
De su lúgubre aposento,
Con mui apacible voz
A todos le dice adios,
Triste i con abatimiento.

  También el reo pidió
En su escrito i dijo así:
Ruegue la jente por mí,
Que lo propio lo haré yo.
Ya el plazó se me cumplió,
I pronto voi a morir;
Sin poderme resistir
He de pagar con mi vida,
I ántes de hacer su partida,
Se principió a despedir.

  Al fin, les voi a encargar
A mis compañeros de armas,
Sin entusiasmo i alarmas
No me vayan a olvidar.
Si se llegan a acordar
De este infeliz desgraciado,
Que se encuentra encadenado,
Pidiéndole a Dios clemencia,
Pues pagará su existencia,
Por el crimen recordado,

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Sigue la aventura
DE DOS JÓVENES I UNA DAMA

  Lorenzo es el pretendiente
De la bella Juana Rosa.
De verla tan buena moza
Se puso mui exijente.

  Voi a dar unos detalles
Del mancebo como son:
Es de altivo corazon
Cuando pasea en las calles.

  Tiene una cierta mirada
Atractiva i seductora,
Que es con la que éste enamora
Al emprender la jornada.

  Su buena conversacion
Es amable i cariñosa,
Tiene a mas no sé qué cosa
I maliciosa intencion.
  Es moreno i nada feo,
I de mui linda mejilla.
En su pasion tan sencilla
Arde en impuro deseo.

  El es blanco de nacion
Lo digo porque se ofrece,
Cuando se afeita parece
Un príncipe Napoleon.

  Es zarco, rubio i buen mozo,
I cortes en el hablar;
I tiene de singular
Que es un tantito celoso.

  Al fin volvió a la porfía
I con mas ganas le habló.
Pero ella le contestó
Para nada lo quería.

  Llegó el momento deseado
Para hablarle cara a cara;
Que ella lo desengañara
Para quedar conformado.

  Con su semblante altanero
La jóven le referia,
De que a él no lo quería,
Sino que a su compañero.

  Le habló poco i bien hablado
Con cariño i dulce acento,
Que lo despeno al momento
I quedó desengañado.

  Vá a seguir la narración
Entreteniendo a la jente.
En otros versos siguientes
Daré mas esplicacion.
       (Continuará).

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NÚMERO 9
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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