Gran choque de trenes
EN EL TABON.—VARIOS MUERTOS
I MUCHOS HERIDOS

  De trenes hubo un gran choque
En la cumbre del Tabon:
¡Al detallar el suceso
Se me oprime el corazon!

  Salió a las diez de Santiago
El ordinario, en mi asunto,
Llegó i paró en aquel punto,
Sin pensar en el estrago.
Detallando con halago
Iré, mas que me disloque:
Cuando con la pluma toque
El papel, diré lo que hai,
Que entre Chilcas i Llai-Llai
De trenes hubo un gran choque.

  Pasó por el paradero
El tren a las doce i media,
I mas allá la trajedia
Le sucedió, yo lo infiero.
En estado lastimero
Quedó, pues, del apreton:
De muertos un peloton,
Digo aquí con gran lamento,
Se formó en aquel momento
En la cumbre del Tabon.

  Dos trenes remolcadores
Pronto de atras lo siguieron,
I han sido éstos los que hicieron
La gran matanza, señores.
Los ayes i los clamores
Se oyeron, digo en mi impreso;
Con un tonito travieso
Al público aviso ufano,
Que me tiembla hasta la mano
Al detallar el suceso.

  El tren estaba parado
Componiendo no sé qué,
Cuando de atras, les diré,
Sintió el golpe malhadado;
Casi todo destrozado
Quedó de aquel estrellon:
De aquel récio sacudon
Es bueno que nada calle;
¡I al escribir el detalle
Se me oprime el corazon!

  Al fin, los muertos no sé,
Ni de heridos me fundo;
Pero en el verso segundo
Todos los apuntaré.
Esto yo lo improvisé
Sin saber sus pormenores.
Les encargo a los lectores,
Si mas detalles desean,
Que cuando los versos lean
Me dispensen los errores.

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A lo divino
EL PELÍCANO DE LA PASION

  Pelícano misterioso,
Te arrancas el corazon
Para ayudarle a sentir
Al Señor en su pasion.

  Ave, tuviste ternura
Para amar al Sumo Bien:
Quisiste beber tambien
El cáliz de la amargura;
Para tí fué una dulzura,
Esquisito i delicioso,
Bálsamo tan peligroso
Lo tomaste sin temor
Por imitar al Señor,
Pelícano misterioso.

  De verle que sin motivo
Iba preso el buen Jesus,
I al espirar en la cruz,
Te rompes el pecho vivo.
La santa ciudad en su archivo
Conserva tu inmolacion
Con justísima razon;
Al ver el cruel sufrimiento,
De pena i de sentimiento
Te arrancas el corazon.

  Cuando ya viste llevar
Al Redentor al Calvario,
Con dolor involuntario
Quisiste por él llorar;
Solo por acompañar
Principiastes a seguir
Hasta donde Él iba a ir;
En aquel trance tan fuerte
Vos mismo te diste muerte
Para ayudarle a sentir.

  Con un dolor incesante,
Sin poderlo soportar,
Querias finalizar
Por tu Dios sin semejante;
Respirando a cada instante
Con grande tribulacion,
Sumerjido en afliccion
Te hallabas cuando espiró;
I hasta el fin acompañó
Al Señor en su pasion.

  Al fin, cuando ya marchaba
Jesus cargando el madero,
Tú fuistes el mas primero
Que allí con él caminaba;
El mismo Dios te miraba
En aquel trance fatal:
Agobiado de su mal
El te invitó con anhelo
Que lo siguieras al cielo,
Donde su Padre eternal.

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NÚMERO 9
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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Poder i sufremiento
DE JESUS

  Llora, llora pecador
La muerte del buen Jesus,
Mira que espiró en la cruz
Por enseñarnos su amor.

  Si por un caso casual
Cometes un hecho atroz,
Pidele perdon a Dios,
Que te liberte del mal.

  No borres del pensamiento
Aquella santa doctrina,
Que es la mas pura i divina
Que haya bajo del firmamento.

  Cumple con los mandamientos
Que el Eterno dió á Moises:
En dos tablas de la lei
Escritos se hallan los diez.

  Mira qué tanta humildad
Tuvo para ser juzgado:
Aquel Dios sacramentado
Con todos usó piedad.

  Fíjate que el Redentor
Enseñónos a sufrir
I para imitarle a Él
A todo hai que resistir.

  Él predicó la igualdad,
La mansedumbre i dulzura
Entre toda criatura,
Con paciencia i santidad.

  Él nos dejó la obediencia
Como virtud permanente;
Por eso todo cristiano
Debe de ser obediente.

  Él con su omnipotencia
I su anjelical pureza,
Enseñó a amar la pobreza
Porque es del cielo una herencia.

  Él fué el que a aquella mujer
Adúltera libertó:
Cuando la iban a pedrear,
Jesús les dijo que nó.

  Él fué el que resucitó
A Lázaro estando muerto;
La historia dice que es cierto,
Esto no lo he visto yo.

  Él fué el que trajo la paz
I perfeccionó las leyes
Que establecieron los reyes,
I el que humilló a Satanas.

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Contrarresto a lo divino

  Llegó Nuestro Salvador
Al pié del Calvario i dijo:
Aquí fenece el mal hijo,
Inundado de sudor.
Fué potente su valor:
En el madero sangriento
No se le sintió un lamento
A aquel Dios tan justo i bueno.
Tranquilo estaba i sereno
La noche del prendimiento.

  A donde el Judío Errante
Llegó el humilde Jesus:
Cargando la enorme cruz,
Iba casi agonizante.
Con un dolor incesante
María, triste llorando,
Vió que lo andaban buscando,
Se enternecia por eso;
Cuando lo tomaron preso
Estaba en el Huerto orando.

  Pidiéndole suplicante
Se allegó con tanta fé:
Agua quiero, tengo sed,
I dámela en el instante;
Pero aquél hombre ignorante
Le dijo al Omnipotente:
Pasa de aquí prontamente,
Que de atras te sigo yo,
A donde te destinó
Pilatos traidoramente.

  Que le conceda un favor
Por cariño o por piedad,
Ya que con tanta crueldad
Mortifican al Señor.
Mas se aumentaba el rigor
I todo Él lo soportó;
Nadie se compadeció
Ni por verlo mal herido;
Iba tan desfallecido
La primer vez que cayó.

  Al fin, en la cruz clavado,
Sufriendo un suplicio atroz,
Murió por el hombre, Dios,
De piés i manos atado
En el madero sagrado
Sin poderse resistir.
No hai pluma con qué escribir
Su vida, i el blanco lirio
Así acabó su martirio
Al fin con mucho sufrir.

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Jesús
MARCHANDO CON LA CRUZ A CUES-
TAS EN DIRECCION AL GÓL-
GOTA.

       Contrarrestado

  Llega Nuestro Salvador
A donde el Judío Errante,
Pidiéndole suplicante
Que le conceda un favor.

  La noche del prendimiento
Ya Jesucristo sabía
Que iba a llegar su agonía,
I siempre estuvo contento.
Sin pensar en el tormento
Oró por el pecador;
Con santo i divino amor
Salió de donde Caifás,
I a la presencia de Anás
Llegó Nuestro Salvador.

  Estaba en el Huerto orando
Con Pedro, Juan i Santiago,
Cuando recibió el mal pago
Que allí lo estaba esperando.
Sin suber cómo ni cuándo,
Del enemigo triunfante
Júdas venia delante,
Que era el que lo iba entregar,
I Él así pudo pasar
A donde el Judío Errante.

  Pilatos, traidoramente,
Le firmó la cruel sentencia
Al Redentor, sin clemencia,
Por darle gusto a la jente,
Sabiendo que era inocente
Aquel Dios sin semejante.
Fatigado i anhelante
Entre su martirio cruel,
Se atracó donde Samuel
Pidiéndole suplicante.

  La primer vez que cayó
Fué a los cuatrocientos pasos,
I apoyándose en sus brazos
Humilde se levantó.
María, cuando lo vió,
Clamó con tierno fervor
Al infinito Hacedor;
Según lo que aquí interpreto,
Pedia, pues, en secreto
Que le conceda un favor.

  Al fin, con mucho sufrir
Llegó al lugar del destino
Moribundo, el Unitrino,
Donde ya iba a morir.
Dijo: yo he de revivir
Despues que esté sepultado.
Para ser glorificado
Estos tormentos prefiere:
Por eso, en cuanto hombre, muere
Al fin en la cruz clavado.

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Versos
DE LA VIDA DE SANTA MARÍA
MAGDALENA

  Mundana fué Magdalena
I despues se arrepintió:
Acompañó al Salvador
Hasta que ya feneció.

  Era la perla mas bella
En toda la Galilea,
La castellana; en Judea
La adoraban como estrella
La rara hermosura de ella
Llegó a sumerjirla en pena.
Cual perfumada azucena
Pasaba llena de gloria;
Por eso dice la historia:
Mundana fué Magdalena.

  La mui bizarra María,
Aparte ya de su hermana,
Parecia una sultana
Por su lujo i bizarría.
Pero cuando llegó el dia
En que al Señor divisó,
Entre el corazon sintió
La palabra verdadera.
Se dió gusto por primera
I despues se arrepintió.

  Desde aquel mismo momento
Lloró su dicha i placer
Aquella infeliz mujer
Con divino sentimiento.
Fué tan doble su tormento,
Tan sincero su dolor,
Que conociendo su error
I olvidando lo que era ante,
Sin perder un solo instante
Acompañó al Salvador.

  Le dijo Nuestro Jesus:
Sigueme, que te perdono,
I prometo darte un trono
Despues que muera en la Cruz;
Con su purpurina luz
Toda el alma le alumbró:
Bien pronto se convirtió,
Le acompañó en la conquista,
Sin perderlo de su vista,
Hasta que ya feneció.

  Al fin, fué grande el contento,
El júbilo i alegría
Que en su corazon sentia
Mucho ántes del prendimiento.
Vió dar el último aliento
A Jesucristo enclavado
En el madero sagrado.
I digo aquí al contemplar:
¡Antes de finalizar
Fué por ella consolado!

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Versos a lo divino
EL BAUTISMO DEL SEÑOR POR LA
MANO DE SAN JUAN

  En la orilla del Jordan,
Con santo i divino amor,
Fué bautizado el Señor
Por la mano de San Juan.

  Cuando salió el Nazareno
A visitar a los fieles,
Predicaba entre hombres crueles,
De sabiduría lleno.
Miéntras del odio el veneno
Sus enemigos le dan,
El procura con afan
Brindarles divina luz;
Esto hacia el buen Jesus
En la orilla del Jordan.

  Sin detenerse un momento
Atravesó el despoblado;
Por el pueblo acompañado,
Nuestro Dios iba contento.
La jente, con paso lento,
Marchaba a su alrededor,
I el amable Precursor
El alma le preparaba,
Porque aguardándole estaba
Con santo i divino amor.

  A su encuentro Juan Bautista
Desde el desierto venia,
I tuvo mucha alegría
Al encontrarse a su vista;
I los de aquella conquista
Oraron con gran fervor,
I al Soberano Hacedor
Ofrecieron mil coronas.
A nombre de las Tres Personas
Fué bautizado el Señor.

  Es el primer sacramento
De la Iglesia verdadero,
Que por todo el mundo entero
Se recibió con contento.
Hai seis mas, según presento,
Que en los breviarios están:
Allí los encontrarán,
Pues en el texto sagrado
Quedó el misterio firmado
Por la mano de San Juan.

  Al fin, fué como señal
Que se le puso al cristiano,
Por órden del Soberano,
Para salvarlo del mal;
Borró el pecado venial
El Sumo Bien por sí mismo,
I libertó del abismo
Desde entonce hasta el presente,
El Nazareno al creyente,
Con el agua del bautismo.

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Versos
DE LA CONVERSION DE
SAN AGUSTIN

  El gran sabio San Agustin
Fué de harta sabiduría:
Protestó con el saber
la relijion que tenia.

  Santa Mónica lloraba
De su hijo el cruel destino,
Hasta que ya el Unitrino
Por piedad la consolaba.
Mucho, mucho la amparaba
Porque tuviera buen fin;
Lo declara Juan Guarin,
Como en su vida se ve,
Se convirtió a nuestra fé
El sabio San Agustin.

  De la celestial mansion
El poderoso Infinito
Le perdonó su delito
Para darle salvacion.
Con rendida humillacion
Se apartó de la herejía;
Aquella doctrina impía
De la mente la borró,
I desde que la abolió
Fue de harta sabiduría.

  El tiempo que era pagano,
Siendo tambien ilustrado,
Negaba lo mas sagrado
Del Pontifece romano;
I ya cuando fué cristiano
Creyó en Dios, en mi entender.
Tarde vino a conocer
Todas sus faltas i error,
I lo contrario al Señor
Protestó con el saber.

  Retumbó en todo el Oriente
Con su agudeza i talento,
I llegó el feliz momento
Que pasase a ser creyente.
En el Sér Omnipotente
Que se halla en la jerarquía,
Con gran placer i alegría,
Pensando en la santa gloria,
Abolió de la memoria
La relijion que tenia.

  Al fin, bien moralizada
Tuvo el Santo su conciencia,
I alcanzó a ser por la ciencia
Doctor de la lei sagrada.
En la época pasada
De mi Dios tuvo el perdon.
Con rendido corazon
Dijo en un trance tan fuerte:
«Quisiera tener la suerte
De Dimas, el buen ladron»

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NÚMERO 9
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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Versos en redondilla

  Yo me boté a enamorado
De una muchacha mui bella:
Creyendo vivir con ella
Le hablé poco i bien hablado;
Viéndome menospreciado,
Tranquilo me retiré;
I despues me le oferté
Por amante con gran prisa,
I ella soltaba la risa
Diciendo: ya lo engañé.

  Al otro dia temprano
Volví sobre el mismo punto,
Hablándole del asunto,
Como que era mui vaqueano;
Solo apretarle una mano
En esa ocasión logré;
Mi fino amor le estampé
En aquella palma lisa,
I ella soltaba la risa
Diciendo: ya lo engañé.

  Con aquel apretoncito
Que yo tan fuerte le dí,
Mucho, mucho conseguí.
Al momento i lijerito,
I pronto por debajito
Un agarron le tiré:
No sé qué cosa atenté
Debajo de la camisa,
I ella soltaba la risa
Diciendo: ya lo engañé.

  Fué tan récio el apreton,
Que quiso quedar inerte:
Cómo seria de fuerte
Que le llegó al corazon;
Sintió, pues, un remezon
En el alma, bien se ve.
Sin darme a saber por qué
Se enojó la bella hechiza,
I ella soltaba la risa
Diciendo: ya lo engañé.

  Al fin, desde aquel momento
En que logré hablar con ella,
Seguí de su amor la huella
Casi sin conocimiento.
Fué tanto mi atrevimiento
Que tuve, según diré,
Que donde ponia un pié
Para mí era una brisa,
I ella soltaba la risa
Diciendo: ya lo engañé.

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Las siete plagas de Ejipto
DIOS CASTIGA A FARAON

  Las siete plagas le envió
Moises a aquel rei tirano;
Por órden del Soberano
A su pueblo libertó.

  Tres meses vivió cabales
Escondido el gran profeta,
Según lo que se interpreta
En crónicas orientales.
Tras de todos estos males
La bendicion recibió,
I ya despues que creció
Junto con su hermano Aaron,
Al mismo rei Faraon
Las siete plagas le envió.

  Tomó este rei por matrona
A mujeres de Israel,
Creyéndose así el infiel
Enaltecer su persona;
I Dios jamás abandona
Al hombre que es buen cristiano.
Cierto dia, mui temprano,
Fué al palacio dirijido,
Solo a dejar convencido
Moises a aquel rei tirano.

  En la corte del monarca
Se formó el lejislador,
Para ser libertador
De Israel i gran patriarca.
En lo que su lei abarca,
Los castigó el inhumano,
Con Barvieres de espartano,
De todos quiso vengarse,
I el profeta lo hizo darse
Por órden del Soberano.

  Moises, con voz imperiosa,
Llegó donde el rei estaba,
I pronto lo amenazaba
Con una plaga espantosa.
Con la vara milagrosa
El agua en sangre cambió;
Mucho se atemorizó
El dicho rei, de repente,
I el siervo de Dios potente
A su pueblo libertó.

  Al fin, una oscuridad
Vino por todo el reinado,
I a Faraon, por porfiado,
Le mandó una enfermedad.
Toda esta calamidad
Vió en su pueblo con enojo.
Sin dejar ningún despojo,
Como es claro i evidente,
Salvó Moises con su jente
En dirección al Mar Rojo.

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