TERRIBLE REVOLUCION
EN SANTIAGO 15 MUERTOS I OCHO HERIDOS
HORROR DEL PUEBLO

     Un feros asalto dieron
  Al cuartel de artilleria
  Dentraron con balentía
  I el combate lo perdieron.

  Al sentinela atraparon
Un grupo balmacedista
I todos a una vista
El asalto perpetraron
A quince de ellos mataron
I todos ahi perecieron
Muchos golpes recibieron
Estos pobres desgraciados
I todos mui bien armados
Un feros asalto dieron.

  José Maria Contreras
Con Leopoldo Mascareño
Estos dos mui alagüeños
Se armaron como unas fieras
La jente mui plasentera
Por todas las calles corria
A las tres i media del dia
Santiago era un espanto
Se fueron todos sin quebranto
Al cuartel de artilleria.

  Las otras victimas son
Un tal Rafael Barahona
Con David Nuñez en persona
Lo echaron al panteon
La guardia de corazon
Valiente se defendia
Fué tan grande la porfia
Que tubieron de ambas partes
I todos ellos de parte
Dentraron con balentía.

  Tomarse la artilleria
Fué lo que ellos inventaron
I en carro todos llegaron
Para hacer sus picardias
Como a las once del dia
Toditos se reunieron
I de repente se fueron
A la carga con tezon
Fué tremendo el encontron
I el combate lo perdieron.

  Por fin el último es
Carlos Quintero Encina
Donde encontraron la ruina
Por un motin otra vez
La cabeza como una nuez
Se za partieron de un balaso
Le pegaron garrotasos
Hasta que ya lo victimaron
I muchos heridos quedaron
Por este terrible fracaso

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El combate

  Cuando en el suelo me vió
me saltó con lijereza
juntito de la cabeza
el bolazo retumbó;
ni al cuchillo respetó
i al tiro se fué a agarrarme,
ahí pretendió ultimarme
sin dejarme levantar
i no me daba lugar
ni siquiera a enderezarme.

  Como el indio no me suelta
toda mi fuerza ejecuto
pero abajo de aquel bruto
no podia darme vuelta;
Dios Poderoso del Delta,
quién te puede comprende
cuando a una débil mujer
distes en esa ocacion
la fuerza que en un varon
talvez no pudiera haber!

  La pobre mártir se arrima
olvidando su aflixion
le pegó al indio un tiron
que me lo sacó de encima;
si no es porque ella se anima
no salgo de aquel apuro
i un rato mas, de seguro
que el indio me sacrifica,
mi valor pues se duplica
con un ejemplo tan puro.

  No se podia descansar
me chorriaba a mi el sudor,
en un apuro mayor
jamas me he vuelto a encontrar;
nos volvimos a topar
como deben suponer,
era mayor mi quehacer
para impedir que el brutazo
le pecara algún bolazo
de rabia a aquella mujer.

Nota: versos basados en “La vuelta de Martín Fierro” de José Hernández.

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El asesinato

  En raza tan estraviada
como se está refiriendo
¡como estaria sufriendo
la cautiva desgraciada!
aquella india malvada
que tanto la aborrecia
empezó a decir un dia
por que falleció su hermana
que sin duda la cristiana
le habia hecho brujería.

  El indio cayó en la trampa
porque por aquella trama
i la cautiva la llama
se la llevó a la pampa;
ahí el ultraje no escama
i la empezó a amenazar
que habia de confesar
si la brujería era cierta
o hasta que quedara muerta
la tendria que azotar.

  Le arrebató con furor
al hijo de entre sus brazos
i de cuatro rebencazos
la hizo crujir de dolor,
en seguida con rigor
azotándola seguía
mas i mas se enfurecía
mientras mas la castigaba
i la infeli se atajaba
los golpes como podia.

  Al ver el valor grandioso
con que hacia resistencia
lo tomó por insolencia
aquel salvaje rabioso
así le dijo furioso:
¡¡confechando no queres!!
la dió vuelta de un revéz
i por colmar su amargura
a su tierna creatura
se la degolló a los piés

Nota: versos basados en “La vuelta de Martín Fierro” de José Hernández.

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Fusilamiento
del reo Manuel Pozo

  Recien condenado a muerte
está de tristeza lleno
Manuel Pozo i Moreno
pensando en su dura suerte;
la sentencia ha sido fuerte
fuerte ha sido la condena,
porque la justicia plena
por brazo de un Juez sensato
por robo i asesinato
le aplicó la última pena.

  Fué puesto el reo en Capilla
el dia siete a las ocho
i un dominicano mocho
desde entonce está a su orilla:
con resignacion, sensilla
ha pedido confesion,
observa la relijion
con fervorosa piedad
pensando en la eternidad
se lleva su corazon.

  A las ocho el dia diez
dentro la Penitenciaria
se cumplirá a la ordinaria
esa centencia del Juez;
se ha dispuesto que a su vez
mande el señor Intendente
fuerza armada suficiente,
pues siempre en aquel lugar
cuando se vá a fusilar
hai apretura de jente.

  Hai la idea jeneral
que el reo sabrá morir;
no hacerlo mucho sufrir
es cuestión del oficial;
ya que a la pena fatal
se le ha de dar cumplimiento
evitémosle el tormento
con golpe bien acertado
pues casi siempre el penado
sufre mucho i muere lento.

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La crucifixion
DE JESUCRISTO

  Jesús, el Dios inocente
Al calvario era llevado,
Donde fué crucificado
Por el pueblo ciegamente.

  Despues de ser sentenciado
Por Pilato, el juez romano,
Jesús el Dios Soberano,
Al Gólgota fué llevado;
Escupido i maltratado
Es el Cordero paciente
Por aquella torpe jente
Que su muerte pide a grito
Sin tener ningún delito
Jesús el Dios inocente.

  María con triste pena
Por ver al Hijo divino
Salió, pues, aquel camino
Con María Magdalena;
¡Oh, cuán dolorosa escena
Esa Madre ha presenciado!
A su Hijo ensangrentado
Lo encuentra en esos momentos,
Que en medio de mil tormentos
Al Calvario era llevado.

  La Madre desconsolada
Cae en brazos de Jesus;
Quiere quitarle la cruz,
Pero léjos es arrojada.
Juan al verla desmayada
Léjos de ahí la ha llevado,
Miéntras que a su Hijo amado
La jente lo maltrataba;
Hasta que por fin llegaba
Donde fué crucificado.

  Cuando el martillo sintió
La Vírjen, dando un jemido,
En estado amortecido
En brazos de Juan cayó.
Luego despues que volvió
Corrió apresuradamente
Al ver su Hijo inocente
Que se encontraba enclavado,
Siendo escupido i burlado
Por el pueblo ciegamente.

  Por fin, en esa agonía
Cristo a la Madre miró,
I a Juan pues se la entregó
Como Madre en ese dia;
I a María le decia:
—He ahí tu Hijo amado.
Despues que ya hubo hablado
Palabras de gran consuelo,
Se encomendó al Dios del cielo
I murió Jesus amado.

JUAN B. PERALTA
GALVEZ, 826

Nota.— Estas poesias son propiedad del autor. Se prohibe su reimpresion.

Imp. Barcelona – Moneda, entre Estado i San Antonio

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La sentencia de muerte

  En una columna atado
Fué puesto el Reo inocente,
Azotado mui cruelmente
Se vió su cuerpo sagrado.

  Para cumplir, pues, fielmente
La pena que le impusieron,
Dos verdugos lo trajeron
Con vara precisamente.
Los dos convenientemente
Toman al Maestro amado;
Lo amarran asegurado,
Dan comienzo al gran tormento
Dejándolo un buen momento
En una columna atado.

  El tormento comenzó
Sobre el Hijo de María,
La sangre a mares corria
Por su espalda, digo yó,
Su quejido se escuchó.
Desde léjos, ciertamente;
De la columna pendiente
Su cuerpo sagrado está;
I en esta forma en verdad
Fué puesto el Reo inocente.

  Seis mil seiscientos i tantos
Azotes le prodigaron,
Su herida desangraron
Bastante, dicen los santos,
I muchos amargos llantos
Le oyeron precisamente.
Poncio sale nuevamente
Al pueblo i dice: — No hai cruz
Porque ya ha sido Jesus
Azotado mui cruelmente.

  —Nó, responde el pueblo ingrato,
La cruz para el hechicero,
Barrabás sea primero,
Libre, dicen a Pilato;
Entónces el juez insensato
Complace al pueblo malvado;
Nueva sentencia ha dictado
De muerte para Jesus,
I mui pronto en una cruz
Se vió su cuerpo sagrado.

  Por fin, dos facinerosos
Al Calvario son llevados,
I en medio de los malvados
Van con Jesus mui gustosos.
Los fariseos rabiosos
Prodigan los inocentes
Mil insultos ciertamente
Que por burla le decian;
I una corona le hundian
De espinas sobre su frente.

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Sobre la tentacion

  —¿Me conoces? preguntó
El arcánjel tentador.
—Sí, respondió el Salvador,
Muche te conozco yo.
—Bueno, tu padre me dió
Hoi tres horas de licencia
Para hablarte con paciencia
Sobre esa raza infernal
A que tú piensas salvar
Dando tu propia existencia.

  Neron, tigre coronado,
Sabes que con picardía
A cualquier hombre encendía
En su palacio dorado.
Ya sabes cómo el malvado
Sus banquetes alumbró;
Su misma madre mató
Por ver dónde fué enjendrado,
I tan enorme pecado
Vais a lavarlo, agregó.

  Alalila traicionó
Pérfidamente al marido;
Herodes enfurecido
Mil crímenes cometió;
Trece mil niños mató
Por matarte a tí tambien.
De sangre en Jerusalen
Un mar deseaba ver;
I por ese hombre tan cruel
Muere el nacido en Belen.

  Hasta Jerjes por reinar
Mata, pues, a ochenta hermanos
I estos hombres inhumanos
También los quieres salvar.
Calígula el infernal
Se hace adorar como Dios.
De Tiberio sigue en pos
Ese otro ilustre homicida
¿I tambien darás la vida
Por ese otro tigre vos?

  —Sí, por todos moriré,
Dice Jesus tristemente.
El tentador insolente
Da un fuerte grito diré:
—¡No te basta lo que hablé!
Dijo el Demonio irritado,
Ya ves cómo te he narrado
Toda la historia sangrienta
De esa raza que ni en cuenta
A ti nunca te ha tomado.

  No importa, vuelve a decir
Jesus con resignacion.
Yo por darles el perdon
En la cruz quiero morir.
Cuando el Satan pudo oir
Lo que el mártir esclamó,
Un gran rujido exhaló
Retirándose al momento.
Cristo se echó al pavimento
I su oracion comenzó.

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Jesus se encamina
AL HUERTO

  Despues de todo lo obrado,
Jesus se puso en camino,
Seguido, según opino,
Por todo el apostolado.
En su marcha Cristo amado
Criste a María encontró,
El buen hijo saludó
A la madre con gran pena,
La cual, pues, con Magdalena
Donde mismo se quedó.

  Yo voi a orar, madre amada
Al huerto de Jetsemaní,
I tú te quedas aquí
Con tu amiga idolatrada.
María desconsolada
Todo, pues, le obedeció,
Del hijo se despidió
Sumamente entristecida,
I él tambien en despedida
En la frente le besó.

  Luego que entran al huerto
Cristo llama a Pedro i Juan,
I les dice: — Ustedes van
 acompañarme, por cierto;
A los demas les advierto
Que aquí deben aguardarme,
Pues no irán a acompañarme
Porque solo estos dos quiero
Que aprendan bien el sendero
Por donde van a esperarme.

  Pasando mas adelante
El Maestro tan querido,
Por Pedro i Juan es seguido
Sin dejarle ni un instante;
Llega el Salvador amante
A la gruta donde oró;
Ahi Jesus penetró
Para empezar su oracion,
I sobre la tentacion
Tambien quiero hablaros yo.

  Apénas hubo tocado
Con su frente el pavimento,
Un fuerte estremecimiento
Le puso en pié asustado;
Miró i encontró a su lado
Al arcánjel tentador;
Con desprecio el Salvador
Le mira por un momento
I el Satan le observa atento
Contemplando su dolor.

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Continuacion
SOBRE LA CENA

  Cuando esto Jesús decia
Dos manos meten al plato,
Pero el rostro del ingrato
Solo mostró villanía.
Júdas con sangre mui fria
Tembloroso preguntó:
—¡Maestro, habré sido yó!
Ese infame i desatento,
I Jesus en el momento
—Tú lo has dicho, contestó.

  Los discipulos miraron
Al traidor con reprension
I en su contra i con razon
Por bajo todos hablaron;
Miradas le prodigaron
Que importaban ciertamente
Una reprension frecuente
Para aquel traidor malvado,
El cual todo avergonzado
Mira al Cristo atentamente.

  Jesús se pone de pié
Con bondadoso ademan,
Toma un pedazo de pan
I le da al traidor diré;
El discipulo sin fe
El pan léjos lo arrojó
I para afuera salió
Gritando desesperado:
—Yo soi, pues, un condenado
I ya todo se acabó.

  Cuando la calma volvió
Al salon poco despues,
Jesus le lavó los pies
Pedro he sabido yo.
Como éste no comprendió
Lo que el Maestro ahí obraba,
Con humildad preguntaba:
—Por qué haces esto, Señor,
I el divino Salvador
Su ejemplo le interpretaba.

  Sobre su fidelidad
Habló Pedro largamente,
Pero Jesus de repente
Le dijo: —Eso no es verdad,
I con majestad i bondad
Agregó mas resignado:
—Pedro, has de estar humiliado
Porque tu boca quebranta,
I hoi talvez ni el gallo canta
Sin que tú me hayas negado.

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La venta de Jesus

  —Cuánto pides, preguntó
Caifás con voz de pirata,
—Por treinta siclos de plata
Entrego al maestro yo,
Fué lo que le contestó
El discipulo traidor.
—Bien, agregó el comprador,
Yo te daré ese dinero,
Con tal de apresar lijero
A ese trastornador.

  —¿I cuándo le entregarás?
Preguntó con laconismo.
Judas con mucho cinismo,
Contestó: —Hoi le verás.
—Pues, en la casa de Anás
Esta noche yo te espero,
Ahí te daré el dinero
Con tal que me seas fiel,
Porque deseo prender
Hoi mismo a ese hechicero.

  El trato quedaba hecho,
Judas se vuelve al Cenáculo
Donde el mas triste espectáculo
Ocasionó su despecho.
Jesus sentado en su lecho
Predicando se encontraba
Cuando el apóstol llegaba
Despues de hacer la traicion,
I el maestro en reprension
Una mirada le daba.

  —En verdad, en verdad, esclamó
Cristo con mui triste faz,
Que uno me entregarás
Esta noche advierto yo.
Juan i Pedro se paró
Sorprendidos ciertamente.
Uno i otro preguntaba
¿Seré yo ese delincuente?
I el Maestro contestaba:
—No sois vos precisamente.

  La misma pregunta hacian
Los discipulos restantes,
I él vió en aquellos instantes
También en respuesta oian,
Todos a Judas pedian
De que nada preguntaba,
Jesus de nuevo esclamaba:
—Aquel que mete en el plato
Es la mano del ingrato
Que en mi contra, pues, obraba.

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