La sequía en el norte chico
Por Mauro González, poeta popular de La Serena
Con permiso de los lectores
y abusando de su paciencia
con temor a una imprudencia
y perdón a los cantores
hoy entrego pormenores
de un día verdadero,
de un pequeño criancero
que abrumado por su suerte
es minero de repente
y sufrido leñatero
Lo que voy a relatar
se refiere a la sequía
que azota cruel impía
a la zona de “El Chañal”
Aunque puedo adelantar,
es más grande la extensión
es todita la región
la que sufre sus efectos
por lo cual pido al momento
al Gobierno solución.
Yo conozco al criancero
en su vida de tragedia
y es un drama no comedia,
el que vive allá en el cerro,
esperando el aguacero
que le salve su ganado
sus burritos, su sembrado,
que son toda su riqueza
amasada en la aspereza
de riscales escarpados.
Al cantar el primer gallo
se levantan presurosos,
ladra el perro belicoso
al sentir bajar el bayo;
Una endija muestra un rayo
de un sol que ya se asoma
por encima de la loma
toda yerta y calcinada
que termina en la quebrada
donde el agua no se toma.
A campear sale ligero
el mayor de nombre Lucho.
El pequeño es el marucho
de su padre el arriero;
El prepara los aperos,
los lacillos, aparejos
y de pronto a lo lejos
se divisa la tropilla
junto allá a la algarrobilla
de la mina de ño Espejo.
Las mujeres se dirigen
al corral de la majada.
De las cabras la ordeñada
es tarea de Eduviges,
una chiquilla muy dije,
que tristeza hoy denota
pues la leche sólo es gota
lo que el cabro está chupando
y el hambre está matando
al cachorro ‘e la porota.
Ya la tropa aparejada
está lista pa marchar.
El arriero va aplanar
los metales de cavada
de la mina “Colorada”
al camino “El Pajonal”.
Es muy poco el jornal
que le pagan los mineros;
pero el quiere ese dinero
pa sus burros forrajear.
Cerro arriba va el arriero
en silencio, sin enojo.
Mira al “Copo” de reojo
que ladrando pendenciero
ya mordiendo casi fiero
los talones de un borrico;
mientras tanto que Perico
en el corral ‘ta apartando
los guachos que están mamando
y lamiéndose el hocico.
Muy entrada la oración
Vuelve el arriero cansado,
con sus burros lastimados
que parten su corazón;
Aumentando su aflicción
le dan cuenta fríamente
de otras bestias inocentes
que murieron en el día
víctimas de la sequía
que flagela fieramente.
En sus miradas van al cielo
observando las estrellas.
“No lloverá” dicen ellas
con terrible desconsuelo;
¡Y la noche que es de hielo
negra y triste cual su sino
va envolviendo al campesino
en la escarcha de su manto
y al sentirla con espanto
ve en la noche, su destino
Al fuego, en la ramada,
olvida un poco su pena.
Soba sus manos morenas
agrietadas por la helada.
Y al oír en la majada
el balar de los cabritos,
siente dolor infinito
y con acento sincero
pide a Dios el aguacero
y que se corra el Maldito.
Despedirme no podría
sin solución insinuar
que viniera a terminar
el problema de la sequía
Doloroso y de cuantía
pues son miles de afectados
los que están abandonados
del Gobierno y sus medidas;
Peligrando están sus vidas
como ya se ha comprobado.
Aquí llamo al Presidente
a las ramas del Congreso,
a que no se hagan los lesos,
pues yo lo creo imprudente.
El problema está latente
y merece la atención
e interesa a la nación
ya que hay vidas en peligro
–de chilenos no de gringos–
y se hunde la región
Y llaman a los campesinos
a la lucha necesaria
por una REFORMA AGRARIA
que mejores sus destinos;
Que dé tierras y caminos,
reforeste las laderas
haga fértiles praderas
cree centros de cultura
y reemplace la amargura
por la vida lisonjera.