El beso de mi madre
por Rafael Pérez Cabello, poeta popular de Graneros.
Vistiendo tules de azahar
y un manto de eternidad,
viniste en mi soledad
madre mía, a mitigar
mi angustia. Tú al penetrar
a mi cuarto, vacilante.
Yo vi una nube radiante
que a tu sien la aureolaba,
y olor a incienso exhalaba
aquello tan rutilante.
Permaneciste a mi lado
contemplando mi semblante,
que antaño era arrogante
y hoy yace triste y ajado;
Seguramente ha pasado
por tu recuerdo tal vez
madre, ahora en tu vejez
cuando mecías mi cuna,
bañada por luz de luna
en mi primera niñez.
Campanas sus melodías,
tañeron con majestad,
porque era la Navidad
y anunciaban al Mesías;
Aquel momento en que hacías
entrada a mi cuarto oscuro,
yo lo sentí, te aseguro,
cuando enjugabas mi llanto
con tu vaporoso manto
plena de amor santo y puro.
Luego que en los campanarios
cesara el gran repicar,
empezaste tú a rezar
a mi Dios de los Sagrarios;
“Ampara a los solitarios
como a mi hijo doliente”
Tú lo dijiste entre dientes,
pero con santo embeleso
para luego darme un beso
sobre mi afiebrada frente.
Sentí yo un gozo infinito
que inundó todo mi ser,
me hizo a mí estremecer
aquello creí inaudito;
Entonces di un leve grito
para abrazar con unción
la sacrosanta visión
de mi madre idolatrada;
Pero se esfumó en la nada
dentro de mi habitación.
Otra ofrenda de ternura
luego mi ser constató,
cuando en mi frente brotó
una rosa blanca y pura;
Se disipó mi amargura
y toda entera ansiedad
porque aquí en mi soledad
vino mi madre amorosa,
a regalarme una rosa
y un beso en la soledad.