Silencio en la maestranza
Se fué Gabriela…
Y algo como un aire gélido llegó hasta los corazones de millones de seres.
Un manto de pesar cubrió la tierra. Había partido aquella que de humilde maestra rural se convirtiera en reina del espíritu, aquella que cantara a los piececitos del niño pobre, piececitos que seguramente en su juventud hirieron su alma.
Y acá en un rincón de su patria, de esa patria que ella tanto honrara, un puñado grande de obreros le ha rendido su modesto homenaje. Se detuvo la usina, y cientos de obreros elevamos por algunos minutos nuestro pensamiento hacia “NUESTRA” Gabriela, en silencio, la frente inclinada sobre la máquina, la llama de la fragua baja como luz de santuario, el vibrar de los motores apagado.
Y allí donde nunca hay silencio, lo hubo. Se detuvo el fragor de la faena para entregar nuestro homenaje a la Divina Gabriela, cuyo nombre se agigantará al paso de los siglos, cuando sobre los campos de un mundo en paz, como ella lo soñó, millones de niños entonen alegres sus inmortales rondas.
Benigno Velásquez S. (Maestranza Central de San Bernardo).
Nota: este texto aparece dentro del espacio de la Lira Popular pero, al no ser verso no hemos agregado el autor al listado de cultores.