Canto de amor a mi ciudad

Canto de amor a mi ciudad
Por Ricardo González, poeta popular de Viña del Mar

Por todo lo que te quiero
mi ciudad bella y hermosa
a ti dedico la glosa
siéndote siempre sincero;
tú me diste los primeros
soplos del aire a mi vida
en mi punto de partida
ya te di mi primer llanto
tienes , ciudad, mil encantos
a orilla del mar tendida.

Refugio de veraneantes
te llaman “ciudad jardín”
del uno al otro confín
te admiran los viajantes;
por tus calles voy errante
y subo tus altos cerros
entre los niños y perros
y el olor a pozo negro
allí, pues, mi canto enhebro
un dolor en el encierro.

Dolor de quererte tanto
considerándote mía
y no lo eres todavía
sólo tengo tus barrancos;
y por sobre tu adelanto
chimeneas industriales
dejan manchas celestiales
humo de sudor humano
de tus obreros ufanos
agrandando capitales.

Desde tus ranchos más altos
sin agua, luz ni caminos
donde se pega el destino
con fríos y sobresaltos;
con una voz de contralto
canta el viento su canción
en las noches sin fogón
del invierno sin frazada
la cama queda mojada
y el niño sigue llorón.

Aún más van a hermosear
tus playas y tus balnearios
y dejarán el calvario
arriba mirando el mar;
desde allí puedo mirar
sin hospital los pacientes
el Seguro insuficiente
las escuelas insalubres
la miseria como cubre
a las callampas nacientes.

En el burdel un muchacho
cantando por la comía
aprende mil groserías
oyendo cosas de macho;
he visto yanquis borrachos
pisoteando tus jardines
como mugrientos mastines
han orinado tus flores
son los amos y señores
grotescos, crueles y ruines.

Viña del Mar: quiero verte
en tu danza de millones
para aliviar aflicciones
del que construye tu suerte;
tengo yo para ofrecerte
cuando llegue la ocasión
en que el río Indignación
se desborde por tus calles
y solución no se halle
mi cariño y mi canción.

Cuando te guíe mi canto
seguro serás más bella
no quedará ni la huella
del dolor ni del quebranto
tendrás aún más encanto
pero no habrán pozos negros
serán otros los cerebros
que orientarán tu futuro
tus hijos tendrán seguros
una vida sin requiebros.

Volver